Opinión | El correo americano

Cervezas y mascarillas

Dicen que Ron DeSantis, gobernador de Florida y potencial candidato por el Partido Republicano a las presidenciales de 2024, no resulta muy carismático en el cara a cara con los votantes (las llamadas, en inglés, retail politics). En las conversaciones que mantiene con sus seguidores, DeSantis tiende a evadir los temas personales; no muestra demasiada empatía con aquellos que le cuentan conmovedoras anécdotas familiares ni se siente cómodo en la típica charla banal que surge en el encuentro con los ciudadanos. El gobernador, al parecer, desvía apresuradamente la charla distendida hacia asuntos sesudos de política pública, recordándoles a sus interlocutores ciertas medidas que ha tomado su administración, legislaciones que él mismo ha impulsado o propuestas sobre proyectos que pretende llevar a cabo. Esto, según algunos medios, produce “momentos incómodos”, y ya se ha comenzado a detectar lo que, a nivel nacional, podría ser la mayor debilidad de su candidatura en la carrera hacia la presidencia.

Ocurre que el populismo de DeSantis no se halla en las formas sino en el fondo; vende la misma mercancía que Donald Trump (ambos son aislacionistas, ambos se proclaman la némesis de la izquierda woke y ambos apelan al nativismo para ganarse a las bases de su partido), pero, en vez de presentarse como una persona orgullosamente vulgar, se dirige a su público de una manera educada, exhibiendo un comportamiento intachable. De ahí que los grandes donantes del Partido Republicano, agotados de los jaleos que monta el expresidente, vean en él a la gran esperanza blanca: un líder que le gusta más gestionar y proporcionar resultados que organizar fiestas de autohomenaje para no reconocer las derrotas. DeSantis, a diferencia de Trump, no proviene de la telerrealidad; es un político ideologizado que estudió en las universidades de Harvard y Yale, en cuyos campus vio despertar su desacomplejado conservadurismo.

Hace unos días, en una entrevista con el comentarista Ben Shapiro, DeSantis explicó las medidas que hicieron de Florida ese paraíso de la nueva derecha anarcocapitalista, sobre todo durante los meses más complicados de la pandemia, cuando el gobernador se resistió a emitir órdenes de confinamiento y se opuso a los requisitos de vacunas y mascarillas en las instituciones públicas y en las empresas privadas. DeSantis está vendiendo su libro, quizás como punto de salida de su candidatura (todavía no anunciada oficialmente). Es verdad que no resultó muy simpático durante la charla, ni siquiera con su embelesado entrevistador, que apenas pudo contener los halagos. Los asistentes, sin embargo, sí parecían encontrarle muy gracioso, especialmente cuando se burlaba (muy educadamente) de la izquierda. En él no buscan, como antaño, al hombre con quien tomarse una cerveza, sino al líder que les permita tomarse la cerveza en un lugar libre de vacunas y mascarillas. Puede que sus votantes no puedan conversar con DeSantis sobre lo buenos que son sus sobrinos jugando al fútbol. Pero, a cambio, DeSantis les recitará un par de decisiones que tomó mientras sus sobrinos ganaban los torneos.

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