Opinión | 360 grados

China, mediador internacional ante el hueco dejado por EEUU

La República Popular China aprovecha hábilmente el hueco que ha dejado EEUU con una acción política que ha terminado alejando a algunos de sus más viejos aliados, y trata de ocupar ahora su puesto en los conflictos internacionales.

Primero parece haber conseguido lo que parecía imposible: la reanudación de los contactos entre dos enemigos jurados como Arabia Saudí e Irán, lo que no puede sino tener a su vez repercusiones positivas en la guerra del Yemen.

Y ese primer éxito diplomático, parece haber dado nuevos ánimos a Pekín, que ahora aspira a algo todavía más difícil como es la solución de un conflicto tan antiguo y enquistado como el palestino-israelí.

Así, según la agencia china Xinhua, el jefe de su diplomacia, Qin Gang, quiere que el ministro israelí de Exteriores, Eli Cohen, y su homólogo palestino, Riad Al-Maliki se sienten al menos a una mesa de negociaciones.

China está dispuesta también en ese caso a hacer de mediadora, y sólo queda por saber si esos dos políticos lo están también a su vez a hablar de paz, algo que en vista del rumbo radical del nuevo Gobierno israelí se antoja de momento un brindis al sol por parte de Pekín.

Pero ¿quién sabe después de lo ocurrido entre Riad y Teherán? El gesto del Gobierno chino demuestra en cualquier caso que algo ha cambiado y es que no todo en esa convulsa región del globo depende ya de Estados Unidos.

Hay también que fijarse en Siria, donde, gracias a la ayuda militar que le ha prestado Rusia, el presidente Bashar al-Assad, a quien EEUU intentó descabalgar como antes al iraquí Sadam Husein, del poder, sigue en su puesto. Y Turquía y Rusia se han convertido mientras tanto en las dos potencias allí determinantes.

En lo que respecta a Israel, lo primero que hay que decir es que las relaciones con Washington del gobierno de Benjamin Netanyahu no atraviesan su mejor momento, y menos aún tras las filtraciones de los documentos del Pentágono.

Israel ya se había resistido en un principio a las presiones de la superpotencia para que exportara armas a Ucrania y se ha limitado ahora al envío allí de sistemas de defensa frente a los drones iraníes que utilizan las fuerzas del invasor ruso.

Como tampoco están en su mejor momento las relaciones de EEUU con el Gobierno de Arabia Saudí como lo demostró éste al negarse, por ejemplo, a la pretensión de Washington de que aumentara su producción de petróleo para que bajaran los precios de la gasolina.

Pero nada de eso garantiza que China vaya a tener éxito en su nueva iniciativa para resolver el conflicto más viejo de Oriente Medio: Pekín insiste en la propuesta de los dos Estados: Israel y Palestina, algo que no aceptan Netanyahu ni sus aliados de gobierno, aún más a la derecha que el primer ministro.

China tiene suficiente dinero para engrasar un eventual acuerdo, tiene buenas relaciones con el Gobierno israelí y además fama de preparar con extremo cuidado sus iniciativas de política exterior. Pero ¿es suficiente?

Y por si fuera poco eso, acabamos de saber que el presidente chino ha mantenido una conversación telefónica con su colega ucraniano, Volodímir Zelenski, la primera desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania.

Tras ese primer contacto, el ministerio de Exteriores chino anunció el envío a Kiev de una delegación que hablará con todos los partidos ucranianos para sondear la posibilidad de un acuerdo político en la crisis ucraniana. Pese a la dificultad de ese empeño y el escepticismo de Occidente, hay que desearle suerte.

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