Opinión | El trasluz

Mi fisio es un santo

En Mediaset han tardado catorce años en darse cuenta de que la telebasura es telebasura y han clausurado Sálvame. No es tanto tiempo si pensamos en lo que está tardando la corona británica en darse cuenta de que la ceremonia de coronación es un carnaval. Estuve viéndola convencido de que me habían puesto unas gotas de ácido lisérgico en el café. Cuando terminó, me fui a meditar un poco para reponerme, pero no lograba quitarme de la cabeza la corona que le habían puesto a Carlos III. Se la habían puesto a él (un poco a rosca, para decirlo todo), pero me pesaba a mí. En esa corona se concentraba todo el lastre de la estupidez humana.

Mi fisioterapeuta, que es un poco budista, suele decir que no hay que hacer las cosas con intención porque la intención acaba con todo.

–¿Entonces? —le pregunto.

–Hay que hacer las cosas porque sí.

Yo acudo a su consulta para que me quite el dolor de espalda, y me lo quita, pero lo hace sin intención de hacerlo. Hay ahí una contradicción que no alcanzo a resolver. El otro día, le pregunté si debía pagarle (45 euros) sin intención de pagarle y sonrió mientras me acercaba el datáfono.

–Tú puedes pagarme como quieras con tal de que me pagues —dijo—, pero para ti sería mucho más terapéutico pagarme sin propósito.

Le ha dado muchas vueltas al asunto de la intención y creo que en el fondo es cierto. No me imagino a Kafka, por ejemplo, escribiendo La metamorfosis con un fin determinado. La escribió porque sí, sin objetivo alguno, de ahí que le saliera bien.

No me puedo poner a meditar, me dije, con la intención de quitarme de la cabeza la corona de Carlos III. Que se quede ahí el tiempo que quiera. Y se quedó dos días porque no lograba meditar como Dios manda. Nadie se dio cuenta porque era invisible, aunque a mí me daba vergüenza andar con ella por la calle. Además, me producía un poco de tortícolis. Pero hace dos horas, en una conferencia sobre literatura y Valium, me relajé sin intención de relajarme y al volver en mí se me había quitado. Por no pensar en ella. Mi fisio es un santo.

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