Opinión | De un país

Contra el fracaso

La acelerada sucesión de acontecimientos apenas deja espacio para la reflexión. Reconozco que esta, como la televisión o el sexo, son aficiones de otra época, de un tiempo lento, analógico y sin apatía. Pedro Sánchez, el todavía presidente, es un genuino representante de los nuevos tiempos, sin que ello presuponga nada en asuntos de entrepierna. Con la necesidad imperiosa de ser más rápido que el reflejo de su imagen en el espejo, Sánchez se ha especializado en los golpes de efecto. Nada de grandes movimientos de cuerpos de ejército ni lentas operaciones de embolsamiento; lo suyo es la sorpresa del comando, el golpe maestro a lo Otto Skorzenny. Con el botón de las convocatorias electorales a su disposición, los partidos saben que pueden prescindir de las pesadas reuniones de autocrítica y ajustes de cuentas postelectorales. Lo que conviene es prepararse para el siguiente asalto, una logística continua que agotaría a cualquier multinacional experta en vender emociones.

En una de sus últimas entrevistas, Jean Paul Sartre resumía la vida —la suya, pero también la nuestra— como un inevitable fracaso, producto de la no consecución de los objetivos con que la iniciamos. En política las victorias y las derrotas son siempre pasajeras, circunstanciales, y por ello no conviene cargar las tintas en los elogios, ni tan siquiera en los fúnebres. El PP confirma y relanza a Feijóo en la proyección española y a Rueda en la suya galaica. El hábil juego de complementariedades que Feijóo construye con sus distintos presidentes autonómicos, con Ayuso como ejemplo paradigmático, permite al PP presentar en cada comunidad el rostro que mejor se adapta al gusto y necesidades locales. En Galicia, el tándem de Feijóo y Rueda se desliza con más apoyo popular y menor rozamiento que el formado por BNG y PSdeG. El panorama, a expensas de los efectos del toque de corneta de Sánchez, no puede ser más halagüeño para las aspiraciones conservadoras.

Imaginábamos la presidencia española de turno en la UE como la definitiva rampa de lanzamiento de Sánchez ante sus elecciones de fin de año. Pensábamos que las suaves reconvenciones europeas sobre el déficit y la deuda pública española no pasarían de ser unos pellizcos de monja y que el espacio caótico de la izquierda a la izquierda del PSOE se remendaría de alguna manera. Esos escenarios han saltado por los aires tras la activación electoral y se verá a quién corresponde reunir los trozos dispersos. Pedro Sánchez se siente con fuerzas para desmentir al mismísimo Sartre y su teoría del inevitable fracaso.

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