Los nuevos atlantistas

Joaquín Rábago

Joaquín Rábago

¿Quién iba a decirlo? Los sucesores de aquellos ecopacifistas que año tras año participaban en las marchas de Pascua por la paz que se celebraban en toda Alemania son hoy los más decididos atlantistas.

Seguramente habrá entre ellos todavía algún veterano participante en la masiva manifestación —más de 300.000 asistentes— contra el rearme que en octubre de 1981 llenó la explanada frente a la Universidad de Bonn cuando Alemania estaba aún dividida y el socialdemócrata Helmut Schmidt ocupaba la cancillería federal.

Pero los nuevos Verdes, los del vicecanciller alemán Robert Habeck y la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, paladina de una “política exterior feminista”, han sido, junto a los liberales, quienes más han presionado para que tanques alemanes vuelvan a enfrentarse a los rusos, esta vez en Ucrania.

Armados de un moralismo que no deja lugar a dudas de quién tiene toda la razón y quién está, por el contrario, en el lado equivocado de la historia, los Verdes no admiten discusión: no apoyar firmemente a la OTAN es estar con Putin.

Los Verdes alemanes, pero también los franceses, y ahora los de un país hasta ahora neutral como Irlanda, minoritarios en el actual Gobierno de coalición, pero que no parecen poner pegas al progresivo acercamiento del país a la OTAN, son los nuevos atlantistas.

El Gobierno irlandés parece querer seguir los pasos de los dos países nórdicos —Finlandia y Suecia— que un día decidieron, ellos sabrán por qué, que su seguridad estaba mejor servida dentro que fuera de la Alianza Atlántica.

Dublín parece de acuerdo, y ello pese a que una mayoría de la población irlandesa es contraria, según las encuestas, a que el país abandone su tradicional neutralidad y se acerque a la OTAN.

El primer paso en esa dirección lo anunció, sin embargo, recientemente ante el Parlamento de Dublín el ministro de Defensa, Micheál Martin, del conservador Fianna Fail.

Según Martin, la posición de Irlanda como país insular en la periferia de Europa la expone a riesgos y amenazas y no existe ya una sensación de seguridad como la que antes existía.

La neutralidad no protegerá al país de potencias hostiles, afirmó el ministro, quien, tal vez preocupado por la repercusión de sus palabras en la opinión pública, no llegó a hablar directamente de adhesión del país a la OTAN.

El acercamiento será en cualquier caso gradual y ya ha comenzado: así en mayo, Irlanda se adhirió, a la vez que Ucrania, al Centro de Excelencia para la Cooperación en Ciberdefensa (Ccdcoe), fundado en 2008 bajo los auspicios de la OTAN y que tiene su sede en la capital letona.

Esa misma semana se celebró en la ciudad irlandesa de Cork la llamada Cumbre Naval Europea, con participación de la OTAN, de la Marina de Guerra de EEUU y representantes de varios países de la Unión Europea.

A finales del próximo mes de junio tendrán lugar también en Cork y en Galway varios actos de un foro de consultas en materia de seguridad bajo la dirección de una conocida atlantista: Louise Richardson, ex profesora de la Universidad de Oxford y presidenta de la fundación norteamericana Carnegie.

Y ya a comienzos de este mismo año, el Gobierno de Dublín anunció que retiraría de Oriente Medio a parte de sus “cascos azules” y los asignaría a nuevas tareas en el marco de la Unión Europea.

Aunque lo más significativo es la intención expresa de acabar con el sistema conocido como de “triple candado” para el envío de cualquier misión militar fuera del país.

El sistema, pilar de la neutralidad irlandesa, exige una triple mayoría: del Gobierno de Dublín, del Parlamento de Dublín y del Consejo de Seguridad de la ONU, donde Rusia tiene derecho de veto.

Los Verdes se declararon ya en abril en contra de “triple candado”, y ahora el Gobierno del que forman parte propone lo mismo, supuestamente para evitar que las decisiones de Moscú en la ONU puedan influir en la política exterior irlandesa.

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