La espiral de la libreta

Una playa atiborrada de sombrillas azules

Olga Merino

Olga Merino

“Sufre, mamón; devuélveme a mi chica o te retorcerás entre polvos pica pica”. Me preparo un café tarareando la canción del grupo Hombres G tras leer en la prensa que el Ford Fiesta, gran icono de los veranos ochenteros, deja de fabricarse el mes que viene después de 47 años de producción ininterrumpida. En la canción, la novia del despechado huye con un niño pijo, en un Ford Fiesta blanco y con un jersey amarillo, presumiblemente anudado sobre los hombros. Puede que a los más jóvenes del lugar les cueste creer que en 1976, cuando se inauguró la planta de Almussafes, en Valencia, las listas de espera para adquirir el utilitario se alargaban un año. ¡Ah, qué tiempos! Las caravanas, el Carrusel deportivo en la radio, el regreso al cemento en el domingo crepuscular.

También anda despidiéndose una firma textil, mítica de aquel tiempo, “Marie Claire, Marie Claire, un panty para cada mujer”. Todo apunta al cierre de la fábrica de Vilafranca, que insufla vida a las comarcas de Els Ports y el Maestrat, de un Castellón interior en riesgo de despoblación. Corre peligro el jornal de 260 trabajadores, en su mayoría mayores de 50 años. Más de esa lluvia fina e impertinente, que va calando hasta los huesos.

Hago un receso de la columna acodada en el balcón, bajo el calor africano. La gente trasiega con cocas. Pienso en el marido de X., que se ha levantado a las tres y media para acudir a su curro, en una panificadora del Vallès. Dicen que la economía española remonta, que el PIB ha crecido el 0,6%, pero la vida pequeña está muy difícil. Cuesta arriba.

Todo pasa, todo queda

Se van el Ford Fiesta y las medias que no eran medias, sino enteras, mientras la rueca del eterno retorno, en su repetición infinita, rescata del pasado Verano azul, la serie, también ochentera, de Chanquete, la pintora Julia, Pancho, Bea, el Piraña y demás. Manda pelendengues que en un país con cerca de 8.000 kilómetros de litoral haya sido necesario pergeñar una playa de pega en Madrid, en el polideportivo de Puerta de Hierro, aun cuando el vídeo electoral tiene su punch: una postal de Nerja al fondo, sombrillas azul PP clavadas sobre la arena y Borja Sémper descalzo, con los pantalones remangados, como si volviera de pescar en el caladero indeciso. ¿A qué nostalgias apela el PP? El partido de Feijóo aguarda un tsunami azul contra el sanchismo.

En la célebre serie televisiva, la pandilla de Chanquete tenía los planes muy claros: primero, luchar contra una fábrica química que vertía residuos tóxicos en el río y luego, capítulos más adelante, contra una constructora, llamada Promovisa, que pretendía dar el pelotazo ladrillero con unos bloques de apartamentos. El timón del PP, en cambio, va dando bandazos.

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