Una economía más circular

Diseñadora y escritora

A grandes rasgos, la economía circular es un modelo de producción y consumo que implica compartir, reutilizar, reparar, reciclar y renovar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible. Muy vinculada a desafíos como el cambio climático, a mi juicio y, tal y cómo su nombre indica, debería referirse también a gastar para después reinvertir en un mismo lugar.

Para algunos animales de bellota travestidos de compatriotas, los pobladores de esta región de cuatro provincias situada en una esquina de España, aparentemente, somos algo así como los tontos de la misma. Una especie de cavernícolas centrados únicamente en celebrar rituales celtas, cultivar nuestros campos, llevar a pastar a nuestros rebaños, echar a volar el botafumeiro y bailar a los sones de las gaitas. Y, todo ello, con una sonrisa de admiración hacia todo forastero y sin protestar demasiado… Que para eso ya están otras regiones norteñas que, llevando a la práctica costumbres similares a las anteriormente mencionadas y, a base de llorar y amenazar, multiplican nuestros privilegios por decenas.

Y es que ya se sabe eso de que quien no llora no mama. Y los gallegos, además de llorar poco para fuera y mucho para dentro —por eso de no molestar—, hemos sido de fácil conformar y, casi nunca, hemos sabido darle a lo propio el valor que merecía. Nos vendieron que lo bueno estaba fuera y algunos lerdos se lo creyeron, lo cual no es algo grave, porque todos tenemos el derecho a equivocarnos. El problema es que a estas alturas del cuento, todavía no hayamos aprendido nada. Si queremos ser respetados fuera, primero tenemos que practicar dentro el respeto entre vecinos y la autoconfianza, así como aupar al de al lado, alegrarnos de la medra de los demás, confiar en los hallazgos propios, o fomentar la riqueza por estos nuestros lares.

A nivel económico, quien más o quien menos por aquí presumen del hecho de que exista un gigante económico nacido por obra y gracia del espíritu santo, pero a nivel personal no somos capaces de impulsar lo nuestro desde la raíz. Desde la idea. Tienen que ser los pobladores de otras tierras los que nos reconozcan los méritos para que nos los creamos. Y luego nos jactamos como si hubiésemos hecho algo por ello. Como si fuésemos los descubridores de la pólvora. Esa es la diferencia principal con otros pedazos de mapa cercanos que tienen el respeto o el temor de muchos —que muchas veces viene a ser lo mismo—.

Por ello, todavía hay gallegos que confían más en lo que proviene del exterior que en lo que lo hace del interior. Vecinos que, a fuerza de practicar el ejercicio del asombro por lo externo, son incapaces de convertirse en estandartes de lo propio, ya sea por inseguridad en sí mismos, temor a la falta de apoyos o deseo soterrado de apuntarse a un carro más masificado y, por ello, aparentemente más fuerte.

No se dan cuenta de que mientras no peleemos por lo nuestro y contribuyamos a que Galicia crezca, gastando aquí todo lo posible para que después se reinvierta también aquí el dinero recibido, no favoreceremos esa particular economía circular que yo defiendo, ni habrá cada vez más y mejores cosas, ni crecerán nuestras empresas…, aunque sí continuaremos siendo los bobos de España, mientras nos asombramos de todo lo que logran en un exterior que sí sabe retroalimentarse de la aparente ignorancia de pueblos como el nuestro, mientras se refieren a nosotros como “Galicia Profunda”.