Estampas matutinas

José María de Loma

José María de Loma

Malos días para el flaneur, o sea para el paseante adicto a revisar la ciudad, revisitarla, ojearla y deambularla. Hay que salir a la calle temprano para evitar el sol impío y feroz, el termómetro alocado y la sudorina propia y ajena. Hay que cazar el fresco y ganar la sombra, voltear la manzana y adentrarse en una avenida con árboles, huyendo de las plazas cementosas, soviéticas, huérfanas de plantas, toldos o sombras. A esa hora incierta en la que aún es posible no asarse, ve uno el tráfago cotidiano, el menestral que va instalando con parsimonia y resignación las mesas y sillas de una terraza, la chica que hace deporte, el joven que pasea al perro a la vez que fuma y revisa el móvil. Hay rostros como de haber perdido cien batallas en una parada de autobús cuyo panel electrónico informa de que faltan doce minutos para la llegada del bus. Pese a ello, la cola es ya larga y disciplinada. Nadie dice nada y nadie se cuela. Sí hay un joven que presenta cierta inclinación a posar sus ojos en la espalda de una señora alta y delgada que lleva un vestido rojo muy veraniego. Pasa un señor con sombrero y para un taxi. Dedica una mirada compasiva y complaciente a los esperadores o esperantes del transporte público y se marcha a bordo del taxi, que conduce un hombre con cierto parecido a Pedro Piqueras. A lo mejor el no Piqueras informa al pasajero de las últimas noticias acaecidas o le informa sobre sus últimas lecturas de autores del Siglo de Oro o se limita a rajar de los políticos. Me pregunto a dónde irá. Tal vez a una siniestra oficina o quizás a un despacho lujoso y luminoso con vistas a la mar entera y salada desde donde administra fortunas ajenas. A lo mejor ese pasajero, que me ha visto y me ha dedicado un par de segundos de atención antes de subir al taxi, está también pensando en dónde iré yo. Con estas pintas, cabría añadir. Me sacan de mis pensamientos las cotorras. Las cotorras es que son muy de sacar de tus pensamientos. Yo creo que hay una relación clara entre su cotorrear en auge y el descenso de la producción de obras filosóficas. En cualquier caso, poco apetece pensar con este calor y están en clara ventaja los que ya han penetrado en locales con aire acondicionado donde seguro que sí fluyen a mayor velocidad los pensamientos, los whatsapp e inclusive las ganas de vivir. Como tampoco se trata de emular a Magallanes, conviene pensar en la ruta de vuelta a casa. Sin evitar el paso por una librería, que a esta hora puede que ya esté abierta. La incursión ha de hacerse con precaución, dado que hay libros que dan calor. Para esta época convienen más los que te dejan frío. Diviso en la esquina a un conocido.

Suscríbete para seguir leyendo