La centralidad estrábica

Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Escribía Claudio Sánchez-Albornoz en la primera presentación de su obra España, un enigma histórico que prefería “cabalgar la parda mula del buen sentido que el pura sangre de la imaginación desenfrenada”. La frase tiene un contexto interesantísimo que nos llevaría páginas profundizar en él, pero, a pesar de ser escrita en 1948 y reutilizada en la última presentación de la sexta edición de su obra en 1977, al cumplir 84 años, conserva una actualidad aterradora. Significa que en este país siempre hemos sido dados al verbo fácil, estruendoso, bien construido, exagerado, poco conciliador y desgraciadamente virtuoso. Es de tanta habilidad que hipnotiza, seduce y hasta divierte. Con pocas palabras está dicho todo y logra extraer una sonrisa.

En cambio, el “buen sentido” de Sánchez-Albornoz precisa de profundidad, enfoque, contexto y equilibrio. Son demasiados conceptos para concluir en un espacio intermedio repleto de grises que aclaran poco, pero fundamental para hacer camino. El momento político español precisa de muchos grises y de pocos “pura sangre” con imaginación desenfrenada.

También es cierto que el momento pide claridad. Conceptos precisos que lleguen a las mesas negociadoras de forma honesta y decidida, con marcos amplios. Esa fotografía debería estar encabezada por Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, por orden de votos. Sus dos partidos forman, en este momento, la centralidad del país. Sin embargo, este retrato no es real. Su centralidad es divergente. Quiero decir que no se miran a los ojos. Están de espaldas y, así, sus miradas se disipan hacía los extremos en todas sus fases. Y, probablemente, de realizar el movimiento necesario para situar sus rostros frente a frente, las miradas estrábicas que se gastan imposibilitarían cualquier tipo de empatía.

Los cantos imaginativos y efectivos de “los pura sangre” ganan. Ir en su contra mostraría un desgaste del que todos quieren librarse. Pero también enseñaría esa inteligencia política que deben tener escondida en algún lugar. Todo va de mínimo esfuerzo y mucho aplauso. Poca profundidad y mínimo sentido de Estado. Sánchez debería evitar que Feijóo pactara con Vox y Feijóo que Sánchez tuviera que negociar con Puigdemont al que, en definitiva, España le sobra. Pero ahí están.

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