El raro de la clase

Agnès Marquès

Agnès Marquès

—Mamá, ¿qué haces?

—Chateo con miles de padres para decidir entre todos que los pequeños no debéis tener móvil hasta los 16 años.

—¿Por qué?

—Porque no controláis, perdéis el día en el móvil, en las redes, y además, así, no serás la rara porque si fuera por mí, no te daría móvil hasta los 18.

—Ah, pues supongo que gracias, mamá. ¿Juegas conmigo un rato?

—...

—¿Mamá?

—Espera, que estoy con el chat este.

—Hija, ¿no crees que os estáis pasando los padres? Os falta un poco de mano dura: si no quieres que tenga móvil, no lo tiene y ya está. No será para tanto, sobrevivirá. Además, tienen que espabilar, que los lleváis entre algodones. Eso, o bien la educas y pactas con ella unas normas, que se haga responsable.

—Bueno, si lo hacemos como lo hacíais vosotros… ni pactos ni nada. Y ser la rara no era nada agradable, mamá, te lo aseguro. Cuando todavía no me dejabais salir y todos los demás podían, me quedé bastante al margen.

—Y no te ha pasado nada, querida, aquí estás.

No sé en cuántas casas podría reproducirse esta conversación entre mujeres de tres generaciones sobre cómo ser padres, cómo ser hijos y los traumas que acumulamos, pero me temo que en muchas.

Hoy ya estamos casi convencidos de que, en un futuro cercano, será raro ver a los chavales de once años en las redes sociales, sin embargo ahora luchamos para revertir un hábito que mantiene cautiva la mente de los adolescentes. Al mismo tiempo, tenemos que admitir que los de la generación del medio estamos aprovechando el propósito para esconder dos características muy particulares de la manera de ser padres hoy: que nosotros también estamos enganchados al móvil y que, cuando la educación familiar no coincide con las corrientes sociales, tendemos a ceder antes de lo que lo hacían nuestros padres por temor a que nuestros hijos se conviertan en los raros de la clase. Necesitamos el grupo. Quizá eso vaya de la mano de lo que vimos y padecimos de pequeños, aquellas cosas de niños de entonces que hoy llamamos bullying y sabemos que pueden tener consecuencias terribles.