LA PELOTA NO SE MANCHA

El Dépor olvida la trituradora en un cajón

Soriano e Imanol Idiakez en la presentación del técnico / c.pardellas

Soriano e Imanol Idiakez en la presentación del técnico / c.pardellas

Carlos Miranda

Carlos Miranda

El Dépor, después de que rodasen casi todas las cabezas posibles en un verano de guillotina, se dio unos golpes en el pecho y se dispuso a cambiar. El acto de contrición era el preámbulo de lo que pretendía que fuera un nuevo club, de una nueva política deportiva en la que iba a ser firme, inmune a las tempestades. Su inacabable caída a los infiernos nunca ayuda, pero todos los nuevos actores del Dépor, y desde Abanca, convenían en que la falta de estabilidad en el banquillo y de arraigo de la política de cantera fomentaban la volatilidad, que todo diese la impresión de saltar por los aires cada poco tiempo. Nada asienta, nada prende, no hay un rumbo. Gustará o no, parecerá que están equivocados o no, o que hay un punto de empecinamiento en las decisiones tomadas, pero el club ha decidido extremar su apuesta, está explorando los límites del punto de no retorno con una temporada que lleva un par de meses ya en el alambre.

El club duda, era quizás el mejor momento de cambiar y más de uno se lo pedía, pero opta por resistir, ser diferente

Se encomendó este verano a Imanol Idiakez y ahí sigue en el cargo el técnico vasco tras dos bolas de partido. A pesar de que el momento empujaba a que el nuevo entrenador tuviese dos semanas para trabajar con el grupo antes del próximo partido, a pesar de que la mayoría de voces que oye a su alrededor le invitan a firmarle el finiquito. Sería entendible la medida drástica, también más de lo mismo. Al Dépor, entre otras muchas reclamaciones de su entorno, le pedían que apagase la trituradora. Y ahora que la tiene en el armario, hay quien le exige presionar todos los botones a la vez, destrozar todo de nuevo. El club pretende cambiar y se esfuerza. En la escenificación, con sus decisiones. Entre los múltiples errores de esta temporada, ¿es el que merece una mayor crítica o, en cambio, un voto de confianza por querer ser diferente, por pretender cambiar de verdad?

No será fácil que Idiakez aguante porque la tabla aprieta y el juego escasea, pero el vestuario está con él

Todo dependerá, en última instancia, de que la pelota entre o de elegir bien. A estas alturas, todos tienen dudas con Idiakez, hasta en el club. Es humano, lógico y hasta responsable plantearse otros rumbos, aunque en el volantazo vaya la condena de no haber acertado en verano. La consecuencia más palpable son esos dos partidos fuera de casa en los que estuvo en el alambre (Barcelona Atlètic y Arenteiro) y en los que le salvó Davo. Héroe por sorpresa.

No parece sencillo que el vasco levante al equipo después de casi una vuelta entera, aunque mientras tenga vida y empleo, siempre habrá un rayo de esperanza y tiempo para trabajar, para que se haga la luz. No lo tiene fácil porque ha demostrado no haber encontrado certezas en el rumbo, no saber meterle mano a su equipo para que ofrezca una versión redonda. ¿A qué juega o a qué pretende jugar el Dépor? Una pregunta de incierta respuesta en la jornada 17.

Renovación a renovación, Riazor se va llenando de canteranos. Nadie regala nada, también hay que atreverse

Idiakez, para su suerte y la del Dépor, ha empezado a recuperar jugadores (sobre todo a Yeremay Hernández). Y llegarán fichajes, ya que al menos de momento, el club ha decidido remozar el vestuario y no el banquillo. Está el técnico en la cama elástica a la espera de impulsarse y el mes de enero definirá su futuro y el del proyecto en esta Primera RFEF. A la vuelta de las Navidades, le esperan Real Sociedad B, Cultural Leonesa, Ponferradina y Celta Fortuna. Resurrección o muerte y destrucción. Eso sí, cuanto más tiempo pase en el banquillo de Riazor, más se ligará su futuro a los de quienes lo contrataron. Es una simbiosis que demuestra responsabilidad ante las apuestas, pero que también expone.

Lo que nunca nadie podrá decir si Idiakez se marcha del Dépor en un futuro próximo es que el vestuario no estaba con él. Esos dos partidos con final feliz y que le salvaron la cabeza refuerzan su figura en la caseta de Abegondo. Fueron goles de apretar los dientes, de creer, de no querer ver a tu entrenador cogiendo la puerta y marchándose. No le dejaron caer. Un respeto que se ha granjeado en estos meses y que no es una medalla menor en la solapa del vasco.

Riazor, patio de Abegondo

Mientras el Dépor resiste en los campos y aguanta a su entrenador, los despachos de la plaza de Pontevedra no dejan de acoger en los últimos meses a canteranos para firmar sus renovaciones. Son gestos protocolarios, convertidos en costumbre, que dicen mucho y hablan bien. Yeremay Hernández, David Mella, Kevin Sánchez, Dani Barcia, Rubén López... y ayer Martín Ochoa. Vendrán más. Poco a poco el Deportivo va llenando Riazor de futbolistas de Abegondo que tienen mucho nivel y que se han encontrado a un Dépor en horas bajas. La tormenta es casi perfecta, porque encima la grada está deseando verlos sobre el césped y la avanzadilla (Yeremay y Mella) no para de hacerse valer sobre el césped. Pero hay que atreverse y durante mucho tiempo les han racaneado los minutos y los contratos.

Siempre hay matices y es fácil ser ventajista y adivinar supuesta cobardía en algunas decisiones, pero Idiakez les ha ido abriendo la puerta, mientras ellos han respondido sobradamente a esa confianza. El Dépor ha reforzado las directrices lanzadas desde Abanca y la voluntad de su entrenador con contratos que les atan al club. Son muchos, son válidos. Alguno se quedará por el camino. También hay que asumirlo, aunque haya empatía. El Dépor, Riazor y su identidad, su gente. Un futuro.

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