1-2 | Davo se pone otra vez el traje de salvador

Un Dépor de fútbol directo tira de tripas, de balón parado y de otro tanto liberador del asturiano para acabar remontando a un Arenteiro al que le regaló el primer gol - El ‘play off’ de ascenso, a tres puntos

El Dépor celebra uno de sus goles

El Dépor celebra uno de sus goles / LOF

Carlos Miranda

Carlos Miranda

Como si de un equilibrista se tratase, mientras perfecciona su número o disfruta del riesgo, Davo pasó de empujarla a la red con el alma en Barcelona a parar el tiempo en O Carballiño para colar una vaselina a cámara lenta. Pasaron dos semanas y el resultado fue el mismo: el asturiano salvaba al equipo casi sobre la hora y después de remontar. Quedaba por saber si ese tanto le serviría a Idiakez también para librarse del despido (luego Soriano le ratificó) tras un ejercicio de supervivencia de un Dépor más directo que nunca y que entendió lo que requería el duelo, pero al que, en muchos momentos de la primera parte, se le vio un tanto perdido y entregado. Saltó al terreno de juego con el ascenso directo como un imposible tras la victoria del Celta B y acabó agarrándose de nuevo a la cornisa a la espera de obrar un milagro en la segunda vuelta. El play off ya está tres puntos, pero le queda un mundo por jugar y por recortar para ser el equipo que quiere ser y para pelear por lo que aspira.

Ante la segunda amenaza de guillotina, Idiakez no cambió nada. Solo recuperó al sancionado Pablo Martínez y le dio entrada por Dani Barcia. Y tampoco fue el mejor día para apostar por el francés, al que nadie le niega su poderío en el juego aéreo. Ante el potencial despido, a morir con su guardia pretoriana, con su confusa apuesta futbolística. Allí seguía el trío José Ángel-Salva-Villares y Davo de nuevo en la derecha. La dupla Yeremay-Lucas, al comando de las operaciones.

Al Dépor, al menos, no le amedrentó o le condicionó el campo en los primeros minutos. Ni se enredaba en el juego al toque ni rehuía de él. Mezclaba bien, siempre con la condición ineludible de que los ataques debían ser más cortos de lo habitual. El Arenteiro y el propio césped de Espiñedo no perdonan y mucho menos ayer. Nunca servirá de excusa, pero estaba impracticable. El primer arreón fue de los locales, pronto se rehizo el Dépor con varias llegadas. Casi todas fabricadas en la banda izquierda y, a partir, de buenos movimientos de Lucas como diez. No pintaba mal, al menos el Dépor no parecía estar en la cola del matadero.

Los dos equipos se iban alternando. A un par de ocasiones de José Ángel y Yeremay respondían los locales con acciones de peligro de Pibe. Ahí, en ese intercambio en el que el Dépor pegó más, empezaron los coruñeses a poner en cuestión el partido. Fueron una media docena de acercamientos que un equipo de la importancia del coruñés en la categoría no puede dejar pasar. Le falta gol y colmillo y ayer, a veces, le sobraba requintamiento en un campo que estaba para lo justito.

En esas jugadas puso en peligro el partido y el empleo de Idiakez. Una mala salida desde atrás de Pablo Martínez le entregó una pelota a Pibe, que se convirtió en asistencia para Miku. 1-0, minuto 32. Celebraba el venezolano y maldecía el deportivismo por una película con un guion más previsible que un film de sobremesa. Más patente que nunca era ese repetitivo axioma del equipo débil que no domina las dos áreas. Así se mostró, entre muchas cosas más, el Deportivo en la primera parte. 

El cuarto de hora siguiente hasta el descanso mostró a un Dépor perdido. Atacaba, ya con menos fe. El Arenteiro, si es que se lo permite su genética, hasta contemporizaba. Otra vez paralizados los coruñeses. Poca rebelión, poco amor propio más que dos escaramuzas.

En ese inmovilismo que siempre le acompaña, hasta en sus gestos, el técnico tampoco tocó nada tras el paso por los vestuarios. No se atisbó una reacción en el Dépor. Se perdía en rechaces y en esa tela de araña tejida por el Arenteiro en la que los ourensanos se podían pasar plácidamente tres días. El Dépor peleaba cada pelota, pero destilaba inoperatividad. Tiraba de fútbol directo, pero aun así no sabía muy bien cómo meterle mano a un rival que le estaba enterrando a él, a su técnico y las pocas opciones que le quedaban ya de luchar por el ascenso directo.

El Deportivo estaba para que le lanzasen un salvavidas y sí, le vino del cielo. Más bien de un saque de esquina. No podía resucitar el equipo de otra forma. Es como más y mejor ha amenazado esta temporada. Y ante la presencia de Pablo Vázquez y Davo para remachar un envío de Lucas, apareció Vitra para meter la pelota en su propia portería. El colegiado se lo dio al asturiano. Era el minuto 56 y al Dépor le quedaba más de media hora.

El tanto empujó a los coruñeses a creérselo. Rozó el gol Yeremay en un par de ocasiones, pero o el meta o disparos inocentes impidieron que el marcador se moviese, se inclinase a los intereses blanquiazules. El Dépor parecía a punto de darle la vuelta al marcador solo con ese viento a favor, una mejor colocación en las segundas jugadas y con el aliento de una grada que estaba enfadada e ilusionada casi a la par.

Los cambios le habían sentado mejor al Arenteiro, hasta se volvía a manchar los guantes Parreño. El Dépor estaba perdiéndose, extraviando el tono que le debía llevar a un triunfo tan necesario como justo, pero ¿a quién le iba a importar?

Tardó más de 20 minutos, pero por fin surgió Mella para agitar el partido y dejar su huella. En el mismo campo en el que jugó con el Deportivo su padre hace más de tres décadas, empujó y empujó hasta que probó al meta del Arenteiro. Diego García rechazó como pudo y Davo se inventó una vaselina salvadora e increíble. 1-2, minuto 80. ¿Cómo puede tener esa frialdad un jugador que a veces da la sensación de ponerse nervioso en cada regate? Misterios deportivistas.

Tuvo el Dépor el tercero y la tranquilidad. Pero eso no va con él. Hubiera sido demasiado plácido que ese balón de Lucas hubiese ido dentro y no al palo o que Davo hubiese embocado una contra. Ganó, pero acabó 2023 boqueando el Dépor. Fiel a sí mismo.