Inventario de perplejidades

La imprescindible irritación

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

El escritor peruano Mario Vargas Llosa anuncia su retirada del articulismo y, al tiempo que deja de mojar la pluma en ese tintero, ofrece a los lectores una serie de reflexiones sobre ese género literario. De cuya entidad no tiene la menor duda. “Los que yo más admiro —nos dice— son los que tienen un punto de vista, los que toman partido. Y los que tienen buena prosa. Los libros de algunos de los mejores prosistas en lengua española, como Ortega o Azorín, son en muchos casos compilaciones de artículos de prensa”.

Hay que coincidir con el Premio Nobel y citar también entre los mejores prosistas a Josep Pla, Chaves Nogales, Fernández Flórez, Julio Camba, Álvaro Cunqueiro, Méndez Ferrín, César González-Ruano, Manuel Vicent, Eduardo Mendoza, Juan José Millás, Gabriel Miró, Manuel Rivas, Antonio Muñoz Molina, Javier Marías y algunos más.

De lo que no cabe duda es que de buenos prosistas y de mejores columnistas vamos bien servidos, que es lo que corresponde a un país pobre, en el que hay que compensar la escasez de científicos con la abundancia de prosistas. Al menos, eso es lo que piensa el común de la gente apegada al tópico y al refranero.

Por lo demás, los consejos que da Vargas Llosa a los columnistas no son el colmo de la originalidad ni garantizan el éxito a quienes intenten seguirlos al pie de la letra. Entre otras cosas porque son de una inconcreción inabarcable. En cualquier caso, hay que agradecer al escritor peruano que haga una cita de Jean-François Revel para recomendar que en cada columna solo se desarrolle una idea. “Si hay más de una —concluye— se dispersa y pierde eficacia”. Los consejos de Vargas Llosa son como los consejos de Arguiñano, que todos sirven para que el plato cocinado salga siempre sabroso de la cocina.

Para remate, una recomendación que nunca falla, aunque para hacerla efectiva deberá el columnista encontrarse en un estado de irritación duradero. Como sucede en los encuentros amorosos de una cierta intensidad. O los insultos en el Congreso de los Diputados. Al parecer, la irritación, sin aditivos ni colorantes, es el mejor remedio para ponerse en situación de escribir columnas de éxito.

Según confiesa el autor de La ciudad y los perros, Conversación en La Catedral, La Fiesta del Chivo, La tía Julia y el escribidor, entre otras novelas de un literato que tiene bien ganada fama de trabajador.

“Para mí —concluye— tanto la novela como el artículo exigen una disciplina diaria. Envidio a esos columnistas que pueden producir buenas columnas entre un café y otro”.