Solo será un minuto

Quítame allá esos pajes

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Hace mucho tiempo que buena parte de las celebraciones religiosas dejaron de serlo para convertirse en convocatorias sociales donde la fe mueve montañas de dinero a mayor gloria de las grandes superficies comerciales y de los restaurantes de menú cerrado (y carísimo: te sale más barato comer a la carta normal). Los bautizos, las primeras comuniones, las confirmaciones: ya no hay un límite prudente para enviar invitaciones, ahora se sigue la fórmula del cuanto más, mejor, y lo que debería ser una reunión lo más íntima posible de creyentes que se toman en serio lo que se dice desde el púlpito (es decir, que no se sienten partícipes de una farsa engalanada), ha pasado a ser una fecha más dentro del calendario de eventos banales en los que misas, rezos y demás pasos de la liturgia oficial son meros peajes que hay que pasar para centrarse en lo que realmente explica tanto fasto y tanto gasto: el comercio y el bebercio, y, por supuesto, la rotura de envoltorios con regalos que no caen precisamente del cielo: videoconsolas, videojuegos, teléfonos móviles, juguetes, algún libro y ropa que pasa al olvido casi al instante. ¡Niños, dad las gracias!

Lo de las bodas es un caso aparte. Un suculento negocio desde el vestuario hasta los menús al por mayor (que rara vez dejan contento a todos) pasando por la musiquita de arras y los detalles que suelen pasar sin piedad al cajón de los objetos perdidos. Pocas citas pasarían un detector de la fe, y quienes deberían ponerlo en marcha prefieren hacer la vista gorda, no vaya a resentirse la estadística fiel.

Nada comparable con la gigantesca operación navideña que, a fuerza de adelantar fechas, acabará algún día en verano para fortalecer más la alianza con el arca del mercado mientras Reyes y Noeles se pelean por un quítame allá esos pajes.

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