Shikamoo, construir en positivo

Carnaval, Carnaval…

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Buenos días, amigos y amigas. Espero que estén todos ustedes bien y que el devenir de los últimos días les haya sido propicio. O que, al menos, no haya sido lesivo para su persona e intereses. Dicho de otra forma, espero que estén bien, de corazón. Y es que soy de los que piensan que, en la vida, lo importante es ir sumando etapas y viviendo este ejercicio de riesgo que es permanecer bien en el día a día sin mucha mayor novedad y sin necesidad de demasiadas alharacas. Porque, aunque quizá esté de moda ahora decir que todo en nuestro periplo personal ha de ser vivido con intensidad, yo creo sin embargo que el secreto de cierta felicidad consiste en no tener demasiado alto tan umbral… Porque si uno tiene el límite de sus querencias en cualquier sentido demasiado elevado… es difícil mantenerse ahí arriba siempre. La cuestión está en las expectativas…

Y creo que tal pensamiento puede ser llevado casi a cualquier ámbito. Al económico, por supuesto. Pero también al relacional o a cualquier otro aspecto de lo individual o de lo colectivo. O a terrenos incluso mucho más personales… Les pongo un ejemplo: supongo que es por eso que no me importa tener ahora menos pelo que antes en la cabeza. ¿Qué antes había unos rizos estupendos? Fantástico. ¿Que lo que comenzó como una entradilla y luego una entrada en toda regla se evidenció después como una clara realidad de alopecia androgénica? Pues bien está. Y, miren, si la naturaleza tiene a bien que yo llegue a no tener ningún pelo ahí arriba, ¡pues vale! Qué más da… Si, al fin y al cabo, de lo que se trata es de saber adaptarse a cada momento, necesitando menos y no teniendo más… Ténganlo claro, no es más feliz el que más pelo tiene, sino el que menos necesita tener… Y conste que asumo que este comentario puede ser calificado en algunos ámbitos como directamente terrorista, vista la floreciente industria del trasplante de folículos resistentes a la testosterona, que encandila a muchos de mis colegas de poco pelo a cierta edad… Pero que nadie se excite ni se agobie: pienso así, pero tampoco pienso hacer proselitismo ni militancia, más allá de alguna columna como esta…

Pues ya ven qué disquisiciones me depara el día mientras todo nuestro entorno se prepara para el Carnaval… Aquí podría permitirme el chascarrillo y el juego de palabras, y referirme con tal término no a las fiestas que son inminentes ya, sino también a determinados aspectos relacionados con el actual proceso electoral. Y es que, oigan, ver la cascada de dádivas y promesas, giros de guión y populismos varios que enarbolan los diferentes candidatos en este momento de dura rivalidad, con pocas certezas sobre los ganadores y con muchas ganas de cambio en buena parte de la sociedad, suena también un poco a risa floja, a reedición de la forma tan de aquí de hacer las cosas, de una manera poco quirúrgica y nada apegada a cualquier cosa mínimamente parecida a un atisbo de estrategia real y bien fundamentada. Lo dicho, un puro Carnaval, repleto de chirigotas al estilo más gaditano posible, que en eso por allá tienen arte…

Pero no, no me interpreten tan sibilinamente porque, esencialmente, hablando de Carnaval me refería a las Carnestolendas. A “les Carnestoltes” que diría en catalán alguno de mis antepasados más mediterráneos. A esos días que tradicionalmente servían para experimentar lo terrenal antes de aquel tiempo más espiritual que luego la sociedad abrazaba, en unas semanas. Y sí, el Carnaval llega ya. A mí saben que no me gusta demasiado, en sintonía con aquello que ya les expresé más de una vez de que soy más de lunes que de domingo, y que ya me organizo mi ocio sin demasiados fuegos artificiales o ruido. Pero, ¿saben lo que les digo? Que, si les gusta, lo disfruten. Y que sean estos unos días muy felices, en los que puedan desarrollarse y crecer, ilusionarse y ser felices ustedes y hacer felices a los demás. Porque en la existencia de una verdadera pluralidad de criterios y pareceres, modos de vida y diversas formas de canalizar las ideas y los sentimientos creo que está el éxito para una convivencia mejor, de más calidad.

Queda dicho, pues. Feliz Carnaval, a los que les guste. Y a los que no, también mucha felicidad en todo aquello que se propongan, en el libro en blanco que es su vida, y en el que gustosamente tengo hoy la oportunidad de entrar unos pocos minutos y compartir algún pensamiento… ¡Cuídense!