Inventario de perplejidades

El partido único y otros partidos

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

El presidente salvadoreño Nayib Bukele ha renovado por aplastante mayoría el mandato recibido del pueblo para que continúe su benemérita tarea de erradicar las prácticas mafiosas, meter en la cárcel a los que violen las leyes y pacificar los barrios que fueron escenario de enfrentamientos entre bandas rivales.

El término “aplastante” define muy bien la realidad de la victoria de Bukele, que ha conseguido prácticamente el 100% de los votos del censo y 58 escaños de una lista de 60 diputados. Tan arrollador fue el resultado obtenido por el líder del partido Nuevas Ideas que se atrevió a desbordar la legalidad heredada del régimen anterior. Por ejemplo, la prohibición constitucional de un segundo mandato, o la proclamación del resultado definitivo de la consulta cuando el recuento de papeletas “solo” había alcanzado el 85%.

Pero no todo son unanimidades en los medios de la prensa autoproclamada “de calidad”. En alguna de esas cabeceras se advierte sobre el peligro de que Bukele tenga la tentación de convertir El Salvador en un régimen populista de liderazgo y partido único. Un régimen, por otra parte, que alardea de haber llenado las cárceles (los presos han pasado de 35.000 a 110.000 durante su primer mandato) aunque no ha conseguido reducir la pobreza extrema, que ha pasado del 5,6% al 8,7% de la población.

Utilizar el número de presos como un argumento reaccionario es un tanto oportunista. Y más aún en un Estado agujereado por la corrupción, el crimen y la extorsión. Es posible que algunos de los encarcelados lo hayan sido sin respetar las garantías procesales y penales propias de una auténtica democracia, pero, en cualquier caso, no cabe duda de que la mayoría de los que acabaron tras las rejas de una prisión eran de los pandilleros que aterrorizaban a la gente del común.

Otro asunto que merece comentario es el de la compatibilidad de la democracia con el partido único. Hitler y Mussolini llegaron al poder por la vía democrática, pero evolucionaron muy pronto hacia el partido único. Franco utilizó la fórmula del partido único antes incluso de ganar la Guerra Civil. Los dos primeros tuvieron una muerte trágica. Uno, suicidándose en el búnker de Berlín con su amante y otros dirigentes nazis y, el otro, colgado por los pies (según imaginó Abascal respecto de Sánchez) junto a su amante en la plaza pública en Milán. El sátrapa ferrolano es un caso singular, murió en la cama y recientemente acaban de trasladarlo de su faraónica tumba en el Valle de los Caídos a otro enterramiento más discreto y familiar. La diferencia es notoria.

Respecto del partido único como rasgo característico de una falsa democracia debemos resaltar que sirve tanto a la izquierda como a la derecha. Por la diestra, podemos citar, entre otros, a Anastasio Somoza, a Pinochet, a Salazar, a Macías, a Mobutu, a Sadat, al rey de Arabia Saudita. También hay que distinguir a dictadores sin partido único de los dictadores con partido único. A siniestra, en cambio, hay países más importantes que optaron por la forma del partido único como la más adecuada. Podríamos citar en ese apartado a Lenin y a Stalin en la Unión Soviética, a la República Popular de la China Comunista, al Vietnam de Ho Chi Minh, a la Cuba de Fidel Castro, a la Libia de Gadafi, etc., etc.

PD. Últimamente, se supo que financieros gallegos y ex altos cargos invirtieron en El Salvador de Bukele.