Opinión | El desliz

Tutorial para viajar en autobús

Desde que el transporte público urbano es gratuito, desplazarse en un bus siempre atestado se ha convertido en un ejercicio bizarro de paciencia y aguante de formas cada vez más sofisticadas de mala educación. Hay que saber esquivar a ciertos pasajeros y lidiar con otros. Solo los mejores llegan a su parada indemnes.

—Siéntate siempre que puedas. Te vas a encontrar a los que se acomodan en el asiento del pasillo y taponan con media docena de bultos el acceso al situado junto a la ventanilla. No preguntes si puedes pasar, solo las personas asertivas logran la victoria. Di más bien “voy a pasar” y espera. Algunos retirarán sus pertenencias muy despacio para ver si te hartas o te bajas en la siguiente. Otros se moverán trabajosamente entre murmuraciones, y te dirán que se apean enseguida. No les creas. Mírales directamente a los ojos y en cuanto se abra una brecha cuélate por ella dando las gracias muy alto y declarando que “no le quiero pisar, pero...”.

—Siéntate en los asientos ocupados por bolsos aunque haya otros libres. No te sumes al imperio de los desparramados, de quienes consideran que su mochila tiene más derechos que cualquier ser humano. Seguramente te los encontrarás concentrados en su móvil y con unos grandes cascos puestos para evitar el contacto visual. No preguntes si te puedes sentar, di “me voy a sentar” y amaga. Un sexto sentido les alertará de que su pertenencia corre peligro de aplastamiento y la retirarán antes de que impacte con tu culo. No sufras cuando pongan su peor cara de asco, ni les conoces ni les quieres conocer.

—Levanta a los chavales de los asientos (preferentes o no) aunque no sean tus hijos. Intervén si ves una persona mayor, cargada con la compra o con un bebé, que camina a trompicones con una muleta, una embarazada o cualquier otro ser humano vulnerable. Llámala con voz amable y dirígela a un asiento ocupado por niños o adolescentes que hacen como que no se enteran y una vez allí muéstrate inflexible y dile en voz muy alta: “Esta chica le cede su sitio ¿verdad que sí, guapa?”

—Mira sin recato el móvil de la persona pegada a ti que ve TikTok sin auriculares y con el volumen a toda castaña, o habla con su prima sin tomarse la molestia de ponerse el móvil en la oreja. Y hazle comentarios sobre lo limpio que le ha quedado el baño a esa después de darle con vinagre y bicarbonato. Dale tu opinión sobre lo que le acaba de pasar a su interlocutora con su jefe, que es un sinvergüenza. Si te afean que te metes en conversaciones ajenas escúdate en tu calidad de público por obligación y diserta sobre la contaminación sonora a que nos vemos sometidos.

—Los codos, esos grandes olvidados. Sácalos más. Los vas a necesitar para mantener el espacio personal a salvo de quienes prefieren no agarrarse para mantener la estabilidad y los que desean arrebatarte el hueco que tú has logrado con sangre, sudor y lágrimas. También para llegar a las puertas de salida a tiempo.

—El tratamiento de usted, un arma infalible. Úsalo para pedirle con firmeza que cierre las piernas al tipo sentado al lado que invade tu asiento, o al que ha colocado sus zapatillas encima de la silla de enfrente. Es un disolvente eficaz para los grupos que se quedan plantados al principio del autobús y no dejan pasar a la masa apelotonada delante. Después de un placaje duro a la caradura que se ha colado a otra pasajera que hacía cola, reparte respeto: “Pase, pase, le toca a usted”.

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