Opinión | Crónicas galantes

Ya ni a la familia se respeta

Las Iglesias y hasta la Mafia han defendido desde siempre el carácter intocable de la familia; pero esa ley no rige ya en el Congreso. Con razón decía el sabio Giulio Andreotti que en la política española falta sutileza.

De un tiempo a esta parte, los diputados han adquirido el (mal) hábito de mentarse a la parentela sin pararse en barras ni en lo que ellos llaman líneas rojas.

Hará cosa de dos o tres años, una diputada se dirigió a un vicepresidente del Gobierno para describir en términos poco elogiosos a su señor padre; pero eso fue solo el aperitivo de lo que estaba por llegar. La costumbre se ha extendido tanto que ahora mismo entran ya en juego las esposas, los novios, los hermanos y casi cualquier otro familiar del adversario que se ponga a tiro.

No parecen haber aprendido nada de aquel Vito Corleone que dio cátedra sobre la necesidad de separar los asuntos profesionales de las cuestiones de familia. “No es nada personal, solo negocios”, solía decir el personaje de Mario Puzo cada vez que, por razones empresariales, tenía que darle matarile a un competidor.

Lejos de seguir esa razonable enseñanza, los líderes de cada bando (que no banda) hurgan en las actividades reales o supuestas de familiares de los más altos cargos para exigirles la dimisión a estos últimos. De momento no les han urgido el divorcio, pero todo llegará si sigue creciendo la bronca.

Estas cosas vienen, en realidad, de antiguo; si bien en otros tiempos se hacían con más gracia. Al líder de la derecha en tiempos de la República, José María Gil Robles, por ejemplo, lo interrumpió otro diputado cuando peroraba en el Congreso: “Su Señoría”, le dijo, “es de los que todavía llevan calzoncillos de seda”. A lo que Gil Robles retrucó, impertérrito: “No sabía que la esposa de Su Señoría fuese tan indiscreta”.

Aquel lance se resolvió en felices carcajadas, a diferencia de los abucheos de gallinero con los que ahora se saldan las alusiones a la familia. También es verdad que el ingenio parlamentario ha decaído mucho en las últimas décadas.

Dado que sus actividades se parecen a veces, lo lógico sería que los diputados tomasen ejemplo de la decidida defensa que la Mafia hace de la familia. De la Camorra y otras organizaciones similares, algunos políticos han imitado a lo sumo ciertas técnicas como la del pizzo que aquí denominamos mordida o comisión, en sentido amplio. Infelizmente, no han tomado también ejemplo del respeto a la familia que siempre fue una de las señas de identidad de los Corleone.

Mucho más eficientes en el gobierno de sus asuntos, los mafiosos discuten en ocasiones por cuestiones de territorio; pero siempre se guían por la máxima de que lo importante son los negocios y no las cuestiones personales. Menos aún, las familiares.

No es este, como bien se ve, el caso de muchos políticos españoles, que gastan su tiempo y el dinero del contribuyente en mentarse a la parentela, con grave descrédito de la institución de la familia.

Aunque solo fuese porque la familia suple en España muchas de las carencias asistenciales del Estado, los congresistas debieran mostrarle un mayor respeto. Se conoce que nadie ha visto aquí El Padrino.

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