Opinión

Albert Sáez

Netanyahu

El bombardeo del equipo de cooperantes de la oenegé de José Andrés ha colmado la paciencia de la comunidad internacional con Netanyahu. Biden le ha exigido un alto el fuego días después de consentir una resolución de la ONU en ese mismo sentido y crecen dentro de la UE las voces favorables al reconocimiento del estado palestino, una propuesta que lanzó hace unas semanas Pedro Sánchez y que, como tantas ideas suyas, pareció inicialmente una temeridad. Pero lo cierto es que dentro y fuera de Israel, el apoyo a Netanyahu cae en picado al extenderse la idea de que la respuesta a los atentados de Hamás no solo ha sido desproporcionada sino inoperante.

Llegados a este punto, el mundo sionista debería hacer una reflexión. La historia está llena de ejemplos de personajes que de tan extremados que son en la defensa de una causa justa acaban maleándola y generando más problemas que soluciones. Suele ocurrir con los nacionalismos y ahora puede estar pasando con la causa sionista. Durante estos seis meses, la retórica del actual gobierno israelí sonaba desafinada, pero la gravedad del ataque de Hamás y la propaganda de esta organización acallaron muchas voces. Pero en las últimas semanas, la situación está dando un vuelco y el principal problema para Israel podría acabar siendo Netanyahu y no Hamás.

El sentido común dictamina que no se debe impulsar ninguna norma de la que no se pueda garantizar el cumplimiento. Acometer una operación militar en Gaza para erradicar a Hamás era y es una operación imposible y los costes están resultando ser absolutamente desproporcionados respecto a los hipotéticos resultados en términos de seguridad. El sionismo tiene una larga experiencia defendiendo el derecho del pueblo hebreo a tener un estado. Y siempre ha aprovechado las oportunidades que la historia le ha proporcionado para hacerlo. Ahora, alguien que dice ser el más sionista de los sionistas está destruyendo la causa que dice defender.