De orígentes humildes, que ella siempre recuerda, Yelena Isinbayeva se siente como si estuviera viviendo un cuento de hadas. En la cumbre de su carrera deportiva, reconocimientos como el que recibió ayer en Oviedo le ayudan a afianzar esa sensación. "Como Cenicienta", respondió cuando le preguntaron sobre el personaje que cuadraríamejor con su trayectoria vital. En Asturias, además, pudo ser una Cenicienta a jornada completa. Durante las poco más de 24 horas que estuvo en la región se sintió como a ella le gusta, el centro del universo. Y, al mismo tiempo, fomentó la imagen de una persona accesible y jovial, interesada en mezclarse con otros premiados, como Martin Cooper, con el que se fotografió a mediodía en el concurrido vestíbulo del Meliá-Hotel de la Reconquista. Después, tras posar siempre sonriente con admiradores, atendió al programa de actos acompañada por su agente Daniel Wessfeldt y uno de sus entrenadores, Carl Stith.

La fama, la popularidad, es una de las mayores gratificaciones para la mejor saltadora con pértiga de la historia. Por eso sonó muy creíble su confesión de ayer, cuando se declaró feliz por compartir escaparate en Oviedo con el resto de galardonados con el Premio Príncipe de Asturias. Citó a Norman Foster y a varios de sus antecesores en el de los Deportes: "Para mí fue un shock recibir la llamada de Juan Antonio Samaranch para decirme que había sido premiada. Sabía que él mismo lo había recibido hace tiempo, o deportistas tan importantes como Sergei Bubka y Rafael Nadal".

"Es un placer para mí", resumió Isinbayeva, "estar junto a personas tan importantes y famosas". También tuvo un recuerdo para su primer contacto con los asturianos, en el acto del pasado viernes en Avilés: "Me sorprendió la gran celebración que habían preparado y el brillo en los jos de los niños. Me hizo feliz ver que ellos lo estaban". Una de sus mayores satisfacciones, insistió ayer antes de recoger el galardón, es convertirse en "un ejemplo para ellos", para todos los jóvenes que sueñan con ser grandes deportistas.

Isinbayeva no rehuyó las preguntas que hacían referencia al toque "glamuroso" que intenta dar al salto con pértiga, una especialidad que definió como "muy femenina y muy bella". No incluyó en esa preocupación por la imagen el ritual que precede a sus saltos.

"Mientras espero mi turno, muchos fotógrafos y cámaras de televisión intentan reflejar mis emociones. Por eso me tapo la cara, para aislarme. Me hablo a mí misma para concentrarme. Busco energía interior recordando cosas bonitas de mi vida para cargarne de energía y de adrenalina. También pido al público que me ayude porque, de esa manera, se sienta partícipe de mis éxitos y mis records".

La saltadora rusa también dejó claro que no todo es de color de rosa en su trayectoria deportiva, que para ser la mejor hay que dejar muchas cosas en el camino. "La pértiga es un deporte muy técnico y peligroso, que necesita desarrollar y esculpir el cuerpo. Quizá los entrenamientos sea lo más difícil para mí. Dos sesiones al día, cinco o seis horas, siempre con la obligación de alcanzar algo más. Después, cuando ya estoy en forma y llega la competición es un momento para celebrarlo, un momento que me ilusiona", concluyó la mejor saltadora rusa de todos los tiempos.