El sacerdote y teólogo José María Díez-Alegría, considerado un teólogo de vanguardia y que suscitó polémica en varias ocasiones por las críticas y denuncias a las interferencias eclesiásticas en los asuntos internos del Estado, falleció en la madrugada del viernes en Madrid a los 98 años, según informaron fuentes próximas a la familia. El teólogo no será ni enterrado ni incinerado ya ha donado su cuerpo a la investigación universitaria.

Próximo a la Teología de la Liberación, sus escritos, análisis e interpretaciones de los fundamentos en que para el teólogo debe basarse la Iglesia, provocaron malestar dentro de los sectores más conservadores de la jerarquía eclesial. Doctorado en Filosofía y Letras por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma -donde también impartió clases-, en 1930 ingresó en la Compañía de Jesús y fue ordenado sacerdote en 1943. Sin embargo, tras la publicación de la obra Yo creo en la esperanza, el Vaticano obligó a que el sacerdote abandonase la Compañía de Jesús.

El teólogo gallego Andrés Torres Queiruga asegura que Díez-Alegría chocaba con el ámbito más conservador de la Iglesia porque "estaba muy comprometido con la renovación de la Iglesia, con una apertura cara al mundo". "Era una persona muy comprometida con la fe que se caracterizaba por su sinceridad, por expresarse sin rodeos, con honestidad y sin agresividad", indica este gallego, quien reconoce que el libro que provocó el castigo de Roma a Díez "fue bueno para la sociedad".

Díez contaba con diversos amigos en A Coruña, una ciudad que visitó con bastante frecuencia entre 1972 y finales de la década de los ochenta para participar en los cursos de Convivencias Culturales del Centro Fonseca.