Dos relatos sobre la delgada línea que separa el consumo de drogas de la prisión hicieron que ayer los alumnos de 4º de ESO del IES Eduardo Blanco Amor de Culleredo se olvidaran del recreo. Juan y César, dos internos de la cárcel coruñesa de Teixeiro, narraron su experiencia personal ante los chicos para concienciarlos del riesgo de consumir drogas, que puede llevar, como fue su caso, a delinquir para consumir y, al final, a la cárcel. Según la directora del instituto, Carmen Trelles, "la iniciativa superó todas las expectativas".

Juan comenzó a coquetear con las drogas cuando tenía veinte años influenciado por sus amistades. "Al principio tomaba alcohol y hachís pero desde que toqué la heroína todo empezó a ir mal", cuenta. Las drogas hicieron que tuviese que abandonar su carrera como militar y, además, quedarse sin familia y sin amigos. Cuando se dio cuenta, estaba en la calle "durmiendo entre cartones" y aunque reconoce que era consciente su situación, confiesa: "La droga me dominaba y el resto me daba igual". En 2008, Juan fue detenido por varios robos, cuyo fin era conseguir dinero para comprar sustancias ilegales. Ahora tiene que cumplir pena de prisión hasta 2013. Al entrar en la cárcel cambió su perspectiva: "dejé de drogarme y, con la cabeza clara, me di cuenta de que estuve en el escalafón más bajo de la sociedad".

Por todo lo perdido, Juan decidió apartarse de la gente que consumía y comenzar el módulo terapéutico y ocupacional del centro de Teixeiro, un espacio libre de drogas donde, además, gracias al proyecto Anoca (Aprender no Cárcere) estudia 2º de Bachillerato con la intención de cursar Filología Inglesa a través de la UNED el próximo curso.

Aprender de los errores, aunque sean ajenos, y ser responsable del camino elegido fueron los mensajes clave del testimonio de César: "Cada uno tiene que ser libre de escoger el camino que quiera pero con responsabilidad y sin repetir los errores de otros". César trató de servir de ayuda a los jóvenes contando los errores propios: empezó a consumir heroína y cocaína a los dieciocho años para imitar a su hermano mayor y con el tiempo, relata, la dependencia se convirtió en un grave problema.

Ésta es la tercera vez que César pasa por prisión. A los dieciséis años ya traficaba con drogas, a los veinticuatro lo detuvieron en un control con un kilo y medio de hachís y ahora, a sus cuarenta y cinco, lleva dos en la cárcel y aún le quedan dos para salir en libertad. Como Juan, César asiste, desde hace catorce meses, al módulo terapéutico del centro, donde recibe apoyo para rehabilitarse y estudia el segundo ciclo de ESO -"es una pena no haberlo hecho antes", dice-. Además, uno tiene un motivo de peso para rehacer su vida: "Que mi hija de seis años no se avergüence de mí".

Los dos internos calificaron la experiencia de contar sus vivencias ante los chicos como "muy gratificante" por el impacto que generaron en ellos. La iniciativa supuso para los reclusos "una inyección de autoestima; te das cuenta de que lo que haces no cae en saco roto", en palabras de César.

La psicóloga clínica de la Asociación Ciudadana de Lucha Contra la Droga (Aclad), Lorena Casete, dijo que en edades como las de los oyentes de ayer, hay que intensificar la prevención y "concienciar para que tengan autoestima y tomen sus propias decisiones". En la charla participaron también tres agentes de la Guardia Civil que colaboran en el plan director para la convivencia y mejora de la seguridad escolar del Ministerio del Interior.