En tiempos de crisis, cualquier manifestación a favor de la gratuidad de la cultura o específicamente de la gratuidad de la información, aunque sea diferencial o de calidad, llega inmediatamente a un amplio sector de la población y se va extendiendo muchas veces a la velocidad de la luz, o para ser más exactos, a la velocidad de Twitter o de Facebook, llevada en andas por quienes sólo ven los beneficios inmediatos que pueda ofrecer, sin que esas manifestaciones reposen y se sosieguen lo suficiente como para que puedan analizarse desde una perspectiva algo menos cortoplacista, o que, como mínimo, no reflejen sólo los pros, sino que tengan en cuenta también los contras. Que a veces son muchos, e importantes.

Cuando todavía sigue vivo el debate sobre la gratuidad de la cultura en internet (libros, películas, discos, etc., gratis para todos), aunque eso aboque a medio plazo a una situación de absoluto clasismo y desigualdad en la que la creación cultural sea patrimonio exclusivo de los adinerados que pueden dedicarse a ello sin tener que preocuparse por los ingresos, o sea privilegio único de personas escribiendo al dictado de los estados u organismos que los puedan subvencionar, surge ahora otra defensa de la gratuidad de la información de calidad, pero esta vez por el temor a que se abra una brecha entre quienes puedan acceder a contenidos periodísticos de calidad, que requieran un pago, y quienes sólo accedan a la información gratuita que circula por la red. Es necesario, por tanto, apuntan, combatir urgentemente esta tendencia al cobro por contenidos de calidad, para que no crezca la brecha digital.

Y esta aseveración no puede ser ajena a un par de preguntas. La primera de ellas, que si no se paga por el periodismo de calidad, ¿quién va a poder desarrollarlo? Si el periodismo de calidad debe ser gratuito, ¿quién va a pagar su coste?

Desvelar tramas corruptas, ganarse la confianza de fuentes importantes que revelen aquello que los poderes quieren ocultar, mantener corresponsales pegados al territorio que sean capaces de investigar y no ya sólo de contar lo que otros no saben o no se atreven a contar, sino que además de contarlo bien, lo analicen para que sea útil a la comunidad; o tener gente capacitada, formada en su profesión y que no se deje amedrentar por el poder; en definitiva, hacer un periodismo de calidad, cuesta dinero. Si apostamos por combatir esa tendencia a cobrar por ese periodismo de calidad y diferencial, si el periodismo de calidad no se paga, si hay que darlo gratis, ¿cómo se podrá hacer? La creciente tendencia de muchos de los principales medios de comunicación internacionales a cobrar por los contenidos diferenciales también en sus plataformas digitales, apunta precisamente en esa dirección, a que es necesario mantener unos equipos lo suficientemente buenos para hacer periodismo de calidad, y eso cuesta dinero.

Pero es que, además, la pérdida del periodismo de calidad no reduciría ninguna brecha digital ni supondría sólo un perjuicio para aquellos que puedan pagarlo ni un beneficio para los que no, sino que empobrecería a toda la sociedad, porque el periodismo es una de las actividades de las que se beneficia toda la sociedad, tanto los que compran periódicos como los que no. Si un periódico saca a la luz las comisiones ilegales que se embolsa un político, o los vertidos contaminantes que una empresa está realizando en un río con el que se riegan los campos de cultivo, por poner dos ejemplos al vuelo, el beneficio es para toda la sociedad, tanto para quienes pagan por el periódico o por las informaciones de calidad como para los que no. Los delitos se hacen públicos, cesan, y el beneficio es para todos.

Busquemos soluciones para que los que no puedan pagar por la información diferencial tengan acceso a ella, luchemos por reducir la brecha digital, pero sumando para todos, porque si, por el contrario, apostamos por pelear para que no se pague por el periodismo de calidad y este no puede mantenerse, no saldrán perdiendo los que pagan ni ganando los que no, será toda la sociedad la que saldrá perdiendo, será toda la sociedad la que quedará empobrecida.