Me fui al este a descansar unos días -por cierto, les recomiendo una visita a Tarragona, ciudad de luz magnífica y rincones apetecibles para tomarse una copa dejándose acariciar por una temperatura celestial-.

Pude comprobar que es verdad que en la carretera hay menos coches, que en los restaurantes se ve menos gente, que los pueblos se han llenado de antiguos desertores, que las grúas han mudado en carteles de Se vende y se aquila y que todo en este veraneo raro del quinto año de la crisis se percibe como más reposado.

No hay esa fragancia de excesos ni esa agitación doméstica que marcaba el latido vivace de la compulsión a consumir de todo. No hay crédito, no se venden tantos safaris de deseos ni jaujas prometidas. Se percibe un discreto estado de alerta que lleva a la cautela y a la renuncia de aliños prescindibles.

Una ola de anhedonia nos ha salpicado como las plagas de medusas han invadido nuestras costas. Se veía de venir.

Hace años escribía desde este mismo tonel la deriva maníaca en la que estábamos entrando y su más que probable viraje al polo depresivo una vez se agotara el subidón. Sintiéndolo mucho, ha sido así.

Como las medusas veraniegas, simpáticas, luminosas, prolíficas, aparentemente inofensivas y vulnerables, que asustan a los bañistas pero atraen a los atunes para acabar engulléndolas sin miramiento alguno; a nosotros se nos han zampado los mercados, las deudas y los atunes que nos engordaban en cajas de ahorros para tenernos más sabrosos.

Cigarras mudadas en hormigas en este verano tonto de la espera del rescate en el corredor de la prima. Maníacos deprimidos a los que les flaquean las fuerzas para correr detrás del último tren errante a Sangrilá.

Pero no se asusten ni se engañen, cada día estamos más cerca de encontrar el nuevo equilibrio que necesitamos. Y eso es bueno. El agua estará mucho más limpia y practicable una vez retiradas las medusas a mares más profundos y los atunes encerrados en almadrabas con barrotes de ley y ostracismo popular.

Este es un tiempo de limpieza obligada de tanta tontería, tanta avaricia, tanta ostentación,tanta superficialidad y tanta ingenuidad enfermiza, que no puede aportarnos más que un futuro de serenidad, madurez y más sentido común. Aprenderemos de todo esto, no cabe la menor duda; dejaremos de confiar en los salvadores de la patria, en los guardianes de lo público, en los prestamistas sin escrúpulos, en los derechos sin deberes, y en los deberes sin hacer, para cuidar de nosotros mismos. Cuando la responsabilidad de los actos la asumamos cada uno de nosotros, entonces y sólo entonces, seremos una sociedad madura de verdad.

En la escuela de psicoterapia estratégica se suele prescribir una indicación muy eficaz para aliviar y prevenir conductas equivocadas o perjudiciales que a veces no acertamos a controlar: "Piense usted todos los días en ¿qué podría hacer para empeorar más su situación?

En el momento que estamos, no dudaría en indicar dicha prescripción al conjunto de nuestra sociedad. Es un excelente ejercicio para evitar errores como los cometidos y prevenir nuevos arrebatos maníacos.

Aprender a navegar entre medusas y atunes en un mar que siempre es el mismo pero nunca es igual. Tener miedo de todo pero no evitar enfrentarse a nada.

Cuando se acabe la crisis volveremos a ser nosotros y no lo que hemos querido ser. El principio de realidad se impondrá al de deseo.

¡Ah! Y otra cosa: las medusas pican y a los atunes se los comen los japoneses y los chinos.