Las mujeres solo adelantan a los hombres en el consumo de una droga, que además es legal: los tranquilizantes y somníferos, cuya ingesta se ha duplicado en los últimos seis años y alcanza un 11,4% de la población. Su uso incluso adelanta al de cannabis. Alerta sobre esta tendencia la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España -elaborada por el Ministerio de Sanidad-, cuyos resultados acaban de conocerse. Del orfidal al lexatín, pasando por el tranquimazín, el uso de este tipo de fármacos para aliviar el "dolor del alma" teóricamente está controlado, porque se prescribe bajo receta médica. ¿Se puede hablar entonces de abuso? Los expertos no pestañean en la respuesta: Sí. Y lo peor, que la mayor parte de las benzodiacepinas enganchan. En situaciones de crisis como la actual, aumentan las presiones estresantes externas que recibe el individuo. Y eso se traduce en el binomio depresión-ansiedad.

El jefe del servicio de Salud Mental del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), Luis Ferrer i Balsebre, aporta datos que confirman esta realidad también en Galicia: el consumo de antidepresivos aumentó un 300% en los últimos 25 años. "Casi 400.000 ciudadanos toman ansiolíticos y 600.000 recurren a analgésicos de modo diario", asegura. Los datos de esta evolución de fármacos en la última década (1985-2010) fueron extraídos del Servicio de Farmacia de la Consellería de Sanidade.

El psiquiatra José Manuel Olivares lleva años alertando sobre el abuso de las benzodiacepinas (calmantes, ansiolíticos), que -a diferencia de otras pastillas- pueden crean dependencia y tolerancia entre los consumidores. Se han dado casos de "mono" tras el abandono del tratamiento, por lo que siempre debe estar indicado por un médico y también supervisado cuando se deja. "Hay gente que para de tomarlas y siente un "mono" (síndrome de abstinencia), se encuentra fatal y se perpetúa en el tratamiento porque asocia que no se encontrará bien si no toma las pastillas", explica Olivares. No obstante, el especialista también mira hacia dentro del sistema: se sobreprescriben a veces este tipo de medicamentos para tratar problemas banales que no requerirían un tratamiento farmacológico. Es importante: las benzodiacepinas son un excelente tratamiento, pero solo si se usan donde es preciso y durante el tiempo adecuado.

"Es muy variable la capacidad de adicción de las personas a las benzodiacepinas. Es más fácil engancharse para un grupo de personas en concreto, al igual que ocurre con el alcohol, el tabaco u otras drogas. Y por eso, hay que regular también médicamente el abandono", indica el experto.

¿Por qué las mujeres consumen más pastillas? La coordinadora de la Rede de Mulleres contra os Malos Tratos, Rosa Fontaíña, culpa a la crisis. "La responsabilidad de la mujer en el hogar es mayor", asegura. "Es una razón cultural: ellas recurren a los fármacos y ellos, al alcohol, se refugian en los bares". Fontaíña aprecia una subida del número de casos de "adictas" a estos fármacos "que antes se llamaban medicamentos".

El doctor Olivares coincide en razones culturales hondamente arraigadas en la sociedad. "Es mucho más frecuente que las mujeres abusen de los fármacos contra la ansiedad y que los hombres lo hagan del alcohol". Según este médico, algunos efectos del alcohol y las benzodiacepinas en el cerebro son similares. "En muchos casos, a lo mejor, el hombre se está 'automedicando' con alcohol un problema de ansiedad", explica. Aunque podría acabar en alcoholismo.

Uno de cada cuatro pacientes de Atención Primaria ya acuden por algún problema de salud mental y en el listado de los diez fármacos más prescritos aparecen tres ansiolíticos. Por eso, el psiquiatra José Manuel Olivares dedica parte de su tiempo a la investigación en este campo, entre otros.

"El consumo de psicofármacos en general han ha subido (orfidal, valium, lexatín, trankimazín). Pero la receta electrónica aporta su lado positivo al control médico. "Se controla más que la persona que tiene prescrito el medicamento sea quien lo recoge y existe un nivel mayor de seguridad", concluye este psiquiatra.

El discurso del jefe de Psiquiatría del CHUS, Luis Ferrer i Balsebre ha sido -tristemente- premonitorio. En el acto de acceso a la Real Academia de Medicina, el psiquiatra ya refexionó acerca de lo siguiente: "El nivel de resistencia frente a todo lo que en la vida humana es sufrimiento disminuye de forma directamente proporcional al nivel de bienestar social".

Y es uno de los médicos que advierten hoy en día de la excesiva "medicalización" del dolor -no solo físico, sino afectivo-, que se traduce en el uso de fármacos como remedio a ciertos estados anímicos. Los datos se recrudecen con el fenómeno del desempleo y la crisis económica. Y es que 14% de la población sufre o ha sufrido de ansiedad. Algunas enfermedades mentales son expresión del momento histórico, indica.

Con respecto a la diferencia de género, el experto lo tiene claro: "La mujer es mucho más pragmática y busca remedio al malestar. Pide ayuda en Atención Primaria y allí se responde con las herramientas que tenemos: psicofármacos. El hombre es más reticente. Lo ahoga más en alcohol", asegura Ferrer. "Un hipnosedante o ansiolítico prescrito a nivel médico está bien, pero tiene dos fenómenos peligrosos: la tolerancia y la adicción" -coincide con el doctor Olivares-. La rapidez del mundo actual está en la base de la problemática. "Nuestro cerebro no acaba de adaptarse. La alteración de los biorritmos y la rotura de la arquitectura del sueño nos exigen pastillas para dormir", reflexiona el experto.