Monseñor Lozano, descendiente directo de gallegos, formó parte de los 150 obispos de todo el mundo que visitaron hace escasos meses a Benedicto XVI en un sínodo que duró tres semanas.

-Ha visto al Papa recientemente. ¿Qué claves les trasladó a los obispos?

-En el mes de octubre tuvimos una reunión muy importante en Roma, el Sínodo de los obispos. Abordamos los desafíos que tiene hoy la Iglesia en el mundo para su misión evangelizadora. Creo que tanto los cardenales que van a elegir al papa como el que resulte designado sucesor de Benedicto XVI, tienen un marco de reflexión muy actual en las proposiciones que salieron de ahí. Hubo voces de distintos continentes y ámbitos culturales sobre las situaciones de la iglesia. Creo que da un buen marco internacional para percibir los desafíos que tiene la Iglesia.

-Podría indicar cuáles son esos desafíos.

-Unos tienen que ver con la situación en los distintos continentes: la progresiva distancia que se percibe en Europa sobre la práctica de la fe; el modo de las comunidades nacientes en Asia que aunque son pequeñas tienen mucha vitalidad en el ejercicio de la fe; y otro África y América Latina donde el catolicismo está muy extendido. La familia como transmisora de los valores y las creencias y los diferentes modos de constitución de las mismas, está en crisis. Y otro desafío es la convivencia con otras culturas y religiones como el Islam. También está la vinculación de los jóvenes a través de internet, que es un desafío muy importante.

-Benedicto XVI acababa de abrir una cuenta en Twitter...

-Y siempre insistía a los sacerdotes para que estuviesen presentes en las redes sociales y así dar el anuncio evangélico en ese lenguaje.

-¿Qué es lo más importante de este pontificado de ocho años?

-En lo interno de la Iglesia, está la cuestión del diálogo y encuentro con Jesucristo. A veces nos olvidamos de que la cuestión religiosa tiene esta vertiente y no solo una vis filosófica o ética. Ha trabajado mucho también en las situaciones de abusos de menores por parte de religiosos.

-¿Se enfrentó directamente a la pederastia dentro de la Iglesia?

-Benedicto XVI lo ha enfrentado. Incluso ha dicho claramente que la verdad nos hará libres y no hay que ocultar situaciones. Que tenemos que buscar caminos de recuperación de aquellas personas que han sido víctimas. Creo que ha sido una situación dolorosa la que le ha tocado atravesar. Otro elemento que me pareció importante en el pontificado y que vinculo más con mi vocación en la Pastoral Social es el cuidado del ambiente.

-Independientemente del resultado del cónclave que elegirá al nuevo Papa, ¿le parece necesaria una renovación en la Iglesia o por el contrario, una labor continuista con la filosofía de Benedicto XVI?

-Siento que es muy importante centrar la labor de la Iglesia no tanto en si debemos renovarnos o no, sino en qué respuestas se nos están demandando. Las preguntas tienen que ver con los desafíos que mencionaba antes. La familia, el lenguaje con los jóvenes, la pérdida de la práctica de la fe... Nos marcan el rumbo de las respuestas que está esperando la sociedad.

-¿Es tiempo de un Papa americano o sudamericano, después de varios siglos de papas italianos, uno polaco y otro alemán?

-Por lo que yo he escuchado en el sínodo, parece que hay en el mundo varios capaces de asumir esa responsabilidad. Más allá de la nacionalidad. En África, en América y en Europa misma. Lo importante es el perfil para dar respuesta a los desafíos, más que la nacionalidad. Americano, bienvenido sea, pero también africano o europeo. Alguien que nos ayude a orientarnos en el futuro de la Iglesia.

-Hay una tesis que avala la deuda histórica del Vaticano con América Latina, que podría traducirse en un nuevo papa del continente.

-Sin duda, entre América Latina y España, la lengua que más se habla en la Iglesia católica es el español. No sería descabellado pensar que por una cuestión de peso lingüístico o de tradición cultural o lo que representa, hubiese un papa hispano.

-Recientemente usted advertía sobre las "nuevas pobrezas" en Argentina, como el casi millón de jóvenes que no estudian ni trabajan. España registra el mismo fenómeno. ¿Ofrecen soluciones desde el obispado?

-Tratamos de tener una presencia educativa de la Iglesia en los barrios de mayor pobreza y acompañar a los que quedan fuera del sistema educativo formal. Hacemos talleres de capacitación laboral, para incorporarse mejor al mercado laboral. Aquí, en Argentina, el paro juvenil es el doble que entre los adultos y quienes están empleado, lo hacen en situaciones de baja calidad. Es un problema muy serio que tenemos.

-Su abuelo decidió emigrar muy pronto. También ahora salen de Galicia jóvenes por falta de alternativas, pero mucho mejor formados que sus antepasados.

-Sí. Es un fenómeno que se produce en muchas migraciones. Las primeras décadas del siglo pasado salían solo con la fuerza del trabajo. Hoy los jóvenes llegan con carreras universitarias. Aquí se percibe la preocupación que hay en Europa y en España en especial por causas laborales. Muchos argentinos que habían emigrado a España están volviendo y también hay españoles con familiares en Argentina que están buscando aquí trabajo.