Feijoo fue ante todo un defensor de la razón. Su escepticismo en relación con la ciencia dogmática que defendía la Iglesia, con los milagros y las supersticiones, y su defensa a ultranza de la mujer en un momento en el que se la consideraba un ser indiscutiblemente inferior al hombre, le convirtieron en un precursor del pensamiento moderno y tener muchos discípulos. "Fue el autor más polémico de su tiempo y tenía muchos defensores y detractores por todo el mundo; era un hombre famoso y gracias a ello tenemos imágenes de él, por todos los pintores que le retrataron. Era un auténtico fenómeno editorial", destaca la investigadora Inmaculada Urzainqui. Tan extraordinaria era su popularidad y reconocimiento que de todas partes acudían a verle y recibía infinidad de cartas que le pedían su opinión.