Los estudios científicos demuestran que una buena nutrición basada en una dieta equilibrada con calorías, proteínas, grasas y carbohidratos adecuados puede ayudar al buen funcionamiento del hígado. Algunas enfermedades hepáticas incluyen la alimentación como parte esencial del tratamiento. Consulta tus dudas con un especialista sanitario y no hagas dietas inadecuadas y sin fundamento científico.

La secreción biliar es fundamental para eliminar los residuos tóxicos (pesticidas, metales pesados, etc.) acumulados en alimentos y bebidas. Resulta muy recomendable que revisemos nuestros hábitos alimentarios para identificar los tóxicos y seleccionar los alimentos que mejoren la actividad del hígado y la vesícula biliar.

Cuando pensamos en una dieta, lo primero que se nos ocurre es eliminar la grasa, pero cometemos un error, pues lo recomendable no es eliminarla, sino elegirla bien. Se ha comprobado que el déficit de ácidos grasos provoca piel seca e irritada, eczema, caída de pelo, dolor articular, depresión, pérdida de memoria, desequilibrio hormonal, fatiga, problemas de circulación, etc.

Al ser el hígado el órgano encargado del metabolismo de las grasas ingeridas, si las que consumes son de mala calidad, sufrirá una sobrecarga innecesaria para metabolizarlas, acumulándolas en la zona abdominal. Esta situación incrementa el riesgo de padecer obesidad, hipertensión, enfermedades coronarias y arteriosclerosis. Elige grasas "sanas" y olvídate de alimentos precocinados o aceites de baja calidad.

Tampoco resultan adecuadas las dietas hiperproteicas. El exceso de proteínas genera problemas a varios niveles (cardiovascular, obesidad, etc.), provocando un esfuerzo muy intenso al hígado, encargado de la expulsión de las sustancias de desecho (fundamentalmente compuestos nitrogenados que no pueden permanecer en el organismo). Como ejemplo, piensa que la mala eliminación de amoníaco provoca cansancio y cefaleas.

Cuando planifiques tu menú diario te recomendamos seguir unas pautas muy sencillas que te ayudarán a cuidar tu hígado. Incluye frutas y verduras por su elevado contenido en vitaminas, antioxidantes y minerales. Elige verduras de color naranja, amarillo, púrpura y rojo (cítricos, ciruelas, sandía, brócoli, zanahorias o berenjenas) y consúmelas en crudo o poco cocidas. Evita el exceso de sal y utiliza ajo, cebolla y cúrcuma como ingredientes de tus platos elaborados.

Si quieres elaborar una dieta equilibrada y purificadora, no pueden faltar:

-Cereales integrales (trigo, avena, pan integral, etc.)

-Legumbres variadas

-Verduras de color verde como acelga, lechuga, espinacas, brotes o germinados y verduras de tallo (cardo, puerro, apio). También la zanahoria, el tomate, la remolacha, rábanos, pimiento rojo, etc.

-Frutas frescas, directamente o en zumos (naranjas, fresas, piña, kiwi)

-Pescados blancos a la plancha o al vapor.

-Aceite de oliva virgen.

-Carnes magras a la plancha, asadas o al vapor.

Y sería adecuado evitar:

-Alimentos grasos: huevos fritos o en tortilla con mucho aceite, embutidos, quesos curados y cremosos, nata, mayonesa, salsas grasas, ahumados, precocinados, etc.

-Azucarados: azúcar y dulces con azúcar añadido. Evita la bollería industrial.

-Bebidas alcohólicas y gaseosas.

Como recomendaciones generales, podemos incluir:

-Beber líquidos abundantes, especialmente agua. Puedes consumir zumos naturales de frutas y caldos vegetales

-No abuses del azúcar refinado porque el hígado lo transformará en grasa y colesterol. Tampoco debes abusar de los edulcorantes artificiales. Si necesitas azúcar elige frutas frescas o miel

-Ingerir frutas y hortalizas frescas a diario

-Comer carnes magras, huevos (sin exceso), pescado, pan integral, legumbres y lácteos (sin excesos).

-Repartir la ingesta a lo largo del día sin saltarse ninguna comida. No pases hambre, pero tampoco comas sin apetito.

-Utiliza técnicas culinarias que no aporten grasa (cocción, papillote, vapor, etc.)

-Cuida tu intestino. Evita el estreñimiento y los platos recalentados o en malas condiciones higiénicas.

-Evita los alimentos precocinados y los que tienen muchos conservantes o pesticidas.

-Evita las grasas saturadas o en mal estado sin excluir las grasas sanas. Opta por el aceite de oliva o de semillas.

-Come pan. Mejor de cereales integrales y bajo en sal.

-Reduce tu estrés y no comas si te sientes ansioso.

-Evita las dietas y los productos milagro.

-Aumenta el ejercicio físico.

Algunos alimentos se consideran productos diuréticos, desengrasantes o desintoxicantes y pueden ser incluidos en menús para reducir el exceso cometido sin olvidar que la dieta debe estar perfectamente equilibrada e incluir alimentos de todos los grupos. Entre otros: aguacate, ajo, alcachofas, berenjenas, calabacín, ciruelas, cúrcuma, diente de león, lecitina, manzanas, papaya, piña, rábanos, remolacha, té verde, tomate, uvas o verduras de hoja verde (espinacas, acelgas, escarola, etc.).

Mención especial a los espárragos, que protegen el hígado de las toxinas del alcohol al participar en la síntesis de enzimas que aceleran su metabolización. Contienen glutatión (con gran poder antioxidante) que protege las células hepáticas de las agresiones causadas por el alcohol o por el consumo de fármacos a largo plazo.