Saskia Sassen recibió la noticia del galardón en Londres, capital a la que llegó el pasado martes procedente de Estados Unidos. Conserva un dulce acento argentino, en cuya capital creció, y ríe varias veces. "En mis conferencias, me dicen que la gente se ríe mucho", explica.

-En los movimientos sociales y políticos globales, ¿qué papel ocupan los parlamentos y los gobiernos de las democracias?

-Una de las tendencias que veo, por la que también se me ha criticado, es que hay una especie de desarticulación del estado nacional. El ejecutivo gana un cierto tipo de poder en el que no hay mucho control público y el legislativo pierden el suyo. Hubiera querido que el Parlamento Europeo ganase poder, pero gana la parte ejecutiva de la Unión Europea.

-Se pierde calidad democrática.

- Lo que realmente me importa es reinventar las bases para las políticas formales porque las informales, es decir las de las multinacionales, las financieras o las de activistas, están en auge. Pierde el aspecto formal de los sistemas democráticos. El ejecutivo ha ganado, pero articulado con los grandes intereses económicos y financieros y, en ese sentido, es un poder no democrático. En Estados Unidos, el mal funcionamiento que vemos en el legislativo es una manifestación visible de lo que estoy diciendo. Está ganando el poder de decidir que se preste a los bancos dinero a un interés del 1% mientras que los jóvenes tienen que pagar por un préstamo para sus estudios un interés del 15%.

-¿La crisis puede dividir a Europa?

-La crisis económica es una crisis construida por el dominio del sector financiero. Creo que es importante recuperar la diferencia entre la banca tradicional -que vende el dinero que tiene- y las empresas financieras que, en realidad, venden algo (algoritmos, instrumentos financieros) que requiere la financiación de lo no financiero (préstamos bancarios, deudas de hogares, etc.).

-En Inglaterra, la fuerte subida en las elecciones regionales del partido xenófobo UKIP, está obligando a David Cameron a replantear su política de tradicional acogida. ¿Debe acogerse a todos? ¿Hay que poner límites?

-Es un asunto que estamos abordando mal. Las migraciones son parte de nuestra historia y debemos inventar nuevas maneras de gobernarlas. Todos los emigrantes son portadores de derechos, porque son ciudadanos de un país. Hemos desarrollado sistemas para respetar a las empresas extranjeras, cómo es posible que tratemos a la gente como si fuera ilegal. No hay ningún ser humano ilegal. Mucho del sentimiento contra la inmigración surge de la gran inseguridad económica que hay en todos los países y del empobrecimiento de las clases medias.