Los datos en torno al Banco vaticano se precipitan e incluso se cruzan fortuitamente con el mal llamado lobby gay de la Iglesia, como acaba de relatar el vaticanista Sandro Magister. El caudal de datos -desde hace casi cuatro décadas- sobre el Instituto para las Obras de Religión (IOR) puede causar desconcierto e ideas confusas sobre lo que el Vaticano hace con su entidad financiera, pero conviene recapitular los sucesos de los últimos días, que clarifican dónde están los problemas.

1º) El pícaro eclesiástico. El 28 de junio era detenido el sacerdote Nunzio Scarano, conocido como "monseñor 500" a causa de su costumbre de intercambiar billetes de 500 euros por talones al portador. Era jefe de contabilidad de la Administración del Patrimonio de la Santa Sede (APSA), el organismo que gerencia el Estado vaticano. Además, poseía varias cuentas en el Banco Vaticano. Fue detenido por organizar la entrada en Italia de 20 millones de euros procedentes de Suiza para los miembros de una familia de navieros del sur de Italia. Según la juez que le ha interrogado, Scarano creía poder actuar con impunidad "gracias a sus relaciones con el Banco vaticano". Del IOR dice la misma juez que es "el único instrumento seguro y rápido para operaciones financieras y bancarias que podía evadir las leyes contra el blanqueo de dinero y la evasión de impuestos".

2º) Los gestores del secreto. El día 1 de julio presentaban su dimisión el director y el subdirector del IOR, Paolo Cipriani y Massimo Tulli, respectivamente. A las pocas horas trascendía que ambos serían procesados por presuntos delitos de movimiento ilegal de capitales y lavado de dinero, en particular por las transferencias en el Banco vaticano de 23 millones de euros durante 2010. Este era el resultado de la investigación llevada a cabo por la Procuraduría de Roma desde 2010, que, no obstante, exonera al expresidente del IOR, Ettore Gotti Tedeschi, el hombre que Benedicto XVI puso al frente del Banco vaticano y que fue cesado de manera oscura en mayo de 2012, aunque con el visto bueno del cardenal Bertone. La investigación, no cerrada, dice que Cipriani y Tulli ocultaron información a Gotti Tedeschi. Sin embargo, su sucesor, Ernst von Freyberg -nombrado en los últimos días del pontificado de Benedicto XVI, cuando éste ya había anunciado su renuncia-, declaró al acceder a su cargo que se fiaría de Cipriani y Tulli. Este dato puede tener consecuencias.

3º) El paraíso del capital. La investigación del Procuraduría viene a presentar al IOR como un paraíso fiscal que probablemente fue usado para el blanqueo de capitales, ya que "no realizó controles suficientes sobre sus clientes". Particularmente se pone el foco sobre cuentas de "laicos", ya que gran parte de los depósitos del IOR pertenecen a congregaciones religiosas o miembros del clero, pero de algún modo se autorizó la apertura de cuentas a sujetos privados de dudosas intenciones.

4º) Vaivén de nombramientos. El 3 de julio, el vaticanista Sandro Magister desvelaba una posible nueva tormenta sobre el IOR. El papa Francisco había nombrado el 15 de junio un nuevo prelado del IOR: monseñor Battista Ricca, diplomático del Vaticano y últimamente director de la Casa Santa Marta, donde permanece alojado Bergoglio desde su elección. El prelado del IOR viene a ser el delegado del Papa que trabaja con los dos organismos que controlan el Banco Vaticano: el Consejo de Supervisión -cinco banqueros-, y la Comisión Cardenalicia -cinco purpurados-. Según Magister, algunos de los nuncios que se reunieron con el Papa los pasados 21 y 22 de junio le informaron de que Ricca, siendo nuncio en Montevideo, había cosechado dos etiquetas: "poder rosa" y "conducta escandalosa". Francisco ha dado credibilidad a dichas apreciaciones y ahora mismo estaría en el trance de revocar el nombramiento (salvo que Ricca, que se ha entrevistado detenidamente con el Pontífice, le convenza de la falsedad de lo dicho sobre él).

Vistos estos cuatro puntos, su síntesis indica lo siguiente: o bien algún pícaro eclesiástico, o bien gestores del Banco vaticano, han sacado partido de esa especie de Bahamas aposentadas junto a la silla de Pedro, donde piadosos seglares depositan sus caudales con intenciones poco rectas y donde errados nombramientos y revocaciones de cargos por parte de los pontífices o de cardenales acentúan el descontrol. Este es el estado de la cuestión. Ahora, las soluciones.