"Estudiar historia es acercarse a las personas, aspirar a conocer la condición humana. Pero cuando vas descubriendo ese pasado, un escalofrío te recorre el espinazo. La maldad surge por todas partes y en todas las épocas". Son palabras de Juan Carlos Losada, autor de Malos de la Historia de España, un libro escrito junto a su maestro, el historiador Gabriel Cardona, fallecido en el año 2011.

La obra -con prólogo de Paul Preston- repasa la vida y crueldades de algunos de los personajes de la Historia de España que, en opinión de los autores, más daño han hecho al país y a sus habitantes. Desde los romanos, hasta la mujer de Franco, Carmen Polo, la maldad rezuma por las 321 páginas de esta obra.

Entre los villanos de la Historia, Cardona y Losada reparan en la vesania de la Edad Media. El primer episodio que de aquellos tiempos retratan los historiadores se refiere al padre del gobernador de Toledo a principios del siglo IX: Amrus-Al-Lleridi.

El poderoso emirato de Córdoba hacía poco que se había constituido, pero ello no evitó que tuviera que enfrentarse a continuas rebeliones separatistas contra el poder central. Entonces, un tal Yusuf-ben-Amru comandaba Toledo. "Era un déspota de mucho cuidado, lo que provocó una sublevación de la población toledana", explican los autores del libro. "Ante las dimensiones de la revuelta los nobles de la ciudad fueron a visitarle al Alcázar para que suavizase el rigor de su mandato", continúa. Sin embargo, lejos de hacerles caso amenazó con llevarlos a los calabozos. "Estos reaccionaron y tomaron preso al gobernador Yusuf". El pueblo, enterado de las amenazas pidió la cabeza de Yusuf y los nobles se la dieron. Ejecutado el gobernador, Córdoba envió al padre de este. Amrus-Al-Lleridi, en sustitución de su hijo que, aparentemente, llegaba para calmar los ánimos y no con sed de venganza, como después se comprobó. La ocasión llegó cuando el príncipe heredero, Abderramán, pasó por Toledo. El nuevo gobernador exigió una cena de gala para recibirlo en el Alcázar y a la que todos los nobles estaban obligados a asistir. "Se les hizo entrar de uno en uno con la excusa de anunciarles debidamente", explican Cardona y Losada en su libro. "Nada más cruzar la puerta unos verdugos les decapitaban. Así fueron cayendo sin que los que venía detrás lo apercibiesen, siendo sus cuerpos arrojados a una zanja. Al día siguiente todas las cabezas adornaban las almenas del Alcázar para pavor de los toledanos". La terrible jornada pasó a ser conocida como la "Noche Toledana".

Tomás de Torquemada o Alejandro VI, el papa Borja. Son dos ejemplos de maldad "divina" que relatan los historiadores. "Aunque posiblemente este último fuera el menos malo de todos por mucho que concitara más campañas de desprestigio en su contra", aseguran.

"Hoy nadie discute lo aberrante que fue la Inquisición como institución apologética de la intolerancia y de la maldad", con Tomás de Torquemada al frente. Sin embargo, Cardona y Losada aseguran que "hay que contextualizarla en el marco de la general intolerancia religiosa que se daba en toda Europa". Los autores del libro citan al especialista en historia moderna Ricardo García Cárcel, quien asegura que "ni el monopolio de la tolerancia lo tuvieron los herejes, ni el de la intolerancia los inquisidores". Al respecto, recuerdan que Erasmo de Rotterdam era profundamente antijudío y que los principales líderes y precursores del protestantismo, apoyados por sus autoridades políticas, llevaron a la hoguera a miles de católicos, judíos o miembros de otras iglesias.

"Del dominico Torquemada, lo primero que asusta es su apellido, de referencia a lo abrasado, a lo quemado por la hoguera", relatan Cardona y Losada en malos de la Historia de España. "Tras el castigo del fuego había una personalidad fanática", describen al fraile. "De él no se sabe mucho y se mezclan los datos con la leyenda negra": era un hombre rígido, místico y austero; "implacable con los vicios o desvíos ajenos". Amante del poder, aspiraba a un control no de ostentación, sino del que "atenazaba las almas". Su condición de confesor de la reina Isabel y Fernando, los reyes católicos, le confirió "un poder absoluto" sobre los monarcas", sostienen los historiadores. "Llevó a veces a forzar a los reyes a darle audiencia inmediata interrumpiendo lo que hiciera falta, incluso el mismo parto de la reina". "Cuando los judíos, viendo lo que se les venía encima, ofrecieron gran cantidad de dinero a los reyes para no ser expulsados, Torquemada se les presentó con un crucifijo en la mano diciendo que iban a hacer lo mismo que Judas había hecho por 30 monedas". Los reyes rectificaron de inmediato e , incluso, le pidieron perdón. Así, es normal que los reyes se fijaran en Torquemada como primer inquisidor, una vez el papa Sixto IV dio permiso para la creación de la institución en Castilla y después en Aragón también.

"Torquemada fue malo. Fanático intolerante, hizo oídos sordos a cualquier interpretación del Evangelio que destacase la tolerancia, el perdón o el amor, sentimientos que confundía con la debilidad. Interpretó el mensaje cristiano de la manera más atroz posible, del modo más cruel, creyendo o queriendo cree que con la crueldad se podía servir a Dios", comentan Cardona y Losada. Bajo su mandato fueron ejecutados cerca de 1.000 personas, una quinta parte del total de víctimas de la Inquisición durante toda su existencia hasta el siglo XIX.

Con Rodrigo de Borja, los autores de Malos de la Historia de España se muestran mas benévolos. "No deja de parecernos mucho más bondadoso que otros, aunque fue un bribón de tomo y lomo", dicen. Sin embargo, continúan con que "la leyenda negra que se abatió sobre el le ha hecho pasar, como al resto de su familia, por uno de los seres más pérfidos de la historia, cosa que no corresponde con la realidad en absoluto".

De hecho, Cardona y Losada explican que "no fue más que el típico hombre poderoso del Renacimiento, amante de los placeres, la cultura, del sexo, del arte, del poder y de los títulos de nobleza". "Cambiaba de bando cuando le convenía, pactaba hasta con el diablo y era más falso que un duro sevillano", sostienen. "No fue un hombre cruel y estuvo muy alejado del terrible retrato que de él y su familia hizo buena parte de sus contemporáneos. Le calificaron de asesino experto en venenos, de sodomita, de aficionado a las orgías, de incestuoso con su hija Lucrecia". El motivo de esa campaña cabe encontrarlo, según los historiadores, "en la numerosa nómina de enemigos que se creó para conseguir objetivos". Murió intoxicado en un banquete. Se dijo que la muerte fue debida a los sirvientes se equivocaron al matar a ciertos invitados y, por error, mataron al papa Alejandro VI. Según Cardona y Losada, la maldad del Papa valenciano no fue comparable a la de algunos de sus sucesores. Julio II era glotón, bebedor y pederasta. De León X aseguran que montaba orgías y que su amante, otro cardenal, le inoculó veneno mientras le operaban de hemorroides. Clemente VII siguió la estela de corrupción y sexo compulsivo.

"La historia ha tratado muy mal a la mujer", señalan los historiadores. "Ello no es más que reflejo de las duras condiciones de vida, de la discriminación y de la violencia que han sufrido a manos de los hombres. Además, la historia ha estado escrita por hombres", señalan. Helena de Troya, las bíblicas Salomé o Dalila, las romanas Mesalina o Agripina y hasta Cleopatra han sido protagonistas de campañas de desprestigio histórico. Sin embargo, la maldad no es solo cosa de hombres. Ha habido mujeres "capaces de tanta dureza, autoritarismo o crueldad como sus congéneres masculinos", destacan los autores del libro. Entre ellas, Isabel de Farnesio y Carmen Polo.

La primera de ellas fue la segunda esposa de Felipe V, el primer Borbón en el trono español. Aunque no fue abiertamente sanguinaria ni ordenó ejecuciones, su maldad fue más refinada. Según relatan Cardona y Losada, dominaba al rey a sus anchas. "El rey comía de la mano de Isabel, que era un muñeco sin voluntad". Isabel lo dominaba por los bajos instintos. "Dormían en dos amas unidas por unas argollas. Isabel hizo poner unas ruedas bajo el tálamo del rey y el día que éste no había accedido a algunas de sus peticiones, ella le apartaba de su lado como castigo y se quedaba sin su ración diaria de sexo", explican. Su obsesión era "colocar" a sus hijos en el poder y, por tanto, colocarse a sí misma en una situación privilegiada. "Metió al país en sucesivas guerras ajenas del todo a los posibles intereses nacionales", sostienen Cardona y Losada. "Vertió sangre de inocentes y derrochó ingentes cantidades de riqueza que hubiesen sido más productivas bien gastadas en la paupérrima economía hispana", lamentan los historiadores. El resultado es que fue una reina "odiada por los españoles y las cortes europeas", concluyen.

Cardona y Losada concluyen sus malos históricos con la mujer de Francisco Franco, Carmen Polo, conocida como "la señora" por los aires de grandeza que se daba o "la collares", por su afición a las joyas. De ella dicen que "fue cómplice, por acción y omisión, de muchos de los comportamientos crueles y despóticos" de su marido. "Fue una mujer mala, aunque ella tuviese de sí misma una visión absolutamente contraria creyéndose virtuosa, católica ferviente, caritativa y bondadosa". "Nunca dio muestras de ningún arrepentimiento de los crímenes que provocó el régimen político de su marido, ni del pecado que suponía el mantenimiento de su elevada posición social en una España que se moría de hambre. Por eso creemos que fue mala". De hecho, ante las sentencias de muerte que Franco firmó, a su mujer "no se le conoce más que pasividad. Muchas eran las esposas o madres que acudían a ella para que intercediese ante su marido. Sin embargo, no se le conocen más mediaciones que el caso del hijo de una prima suya, que suplicó hasta obtener una milagrosa carta liberadora del Caudillo. "Tenía un corazón de piedra", afirman Cardona y Losada.

Más personajes históricos campan a lo largo de esta obra que en definitiva pretende hacer reflexionar a la sociedad sobre lo "miserables que somos y lo buenos que podemos llegar a ser".