Princesa vs princesa. Le ha faltado tiempo a Peñafiel para comparar princesa con princesa. Bueno es él. Ni olvida ni perdona. Matilde de Bélgica versus Letizia de España. Ya se imaginan el resultado ¿no? "La nueva reina consorte de los belgas es culta, religiosa, sensible, equilibrada, sociable y políglota (inglés, francés, alemán, italiano y neerlandés), mientras que Letizia es agnóstica, poco leída, susceptible, nerviosa, agresiva y habla un inglés muy básico", dice el cronista. Y suma y sigue y es que no para, no tiene límite: "Por último, la sucesora de Paola es la única consorte de una casa reinante europea con ascendencia noble junto con la princesa Sofía de Liechtenstein y Estefanía de Luxemburgo, mientras que la sucesora de doña Sofía es nieta de un taxista". Ya estamos a vueltas con las clases y las castas, las cunas y las camas, las obligaciones dinásticas, las bodas de Estado y los matrimonios morganáticos. Y gracias a la corona que el opinador no se había enterado todavía a esas alturas de que Letizia andaba de fibera en el festival de Benicàssim ni había visto las fotos esas que dicen que retiró una agencia en las que se le veía lo que no se le debe ver a la realeza bajo la falda. Porque no lo quiero ni pensar.

El influjo de la luna. Dicen los científicos que eso de que la luna llena acelera los partos es pura superchería. Pero Esperanza Gracia, la astróloga más estilosa de la tele (nada que ver con la bruja Lola o Aramis Fuster), ya lo sabía. Exactamente bajo qué conjunción astral iban a nacer el niño de Catalina y la niña de Pe. Los sabios insisten en que no, que cuando hay mucho alumbramiento no hay que mirar la luna, sino bajo ella, y remontarse nueve meses atrás. Que si el sábado sabadete, que si las vacaciones... Se ve que, cumplidas las 36 semanas, propician los aumentos de natalidad. Pues tampoco es muy científico que se diga. Sólo mitos y leyendas de la obstetricia, como que si una embarazada tiene acidez el bebé saldrá peludito. ¡Anda!, pues pobre Kate, a decir de Guillermo.

Brocha gorda. Lo cuenta Antonio Rossi. Jura y perjura que la han visto brocha en mano. Pero brocha gorda, no pincel fino de cerdas asiáticas como la baronesa Thyssen. Isabel Pantoja hace ella misma las chapuzas de Cantora, guía el ganado, cuece el pollo, riega los geranios y encala el cortijo. Para que diga el fiscal, que todavía porfía por verla entre rejas. Y para que se enteren de una vez sus señorías: Maribel, lo mismo que Maite Zaldívar, blanquear, lo que se dice blanquear, solo blanquea paredes. O verduras, todo lo más. O la ropa de dj de Kiko, con lejía o azulete. Todo ahorro es poco, ahora que caen chuzos de punta, no salen bolos desde el banquillo y hay que pagar una multa millonaria. Tanto blanco ya deslumbra.

Famoseo vacacional. Con las reinas de las mañanas de vacaciones y las famosas remojándose en aguas de Marbella -donde Ana Obregón posó con vestido de noche; el tiempo pasa para todas- Ibiza o Mallorca (para Hawai ya solo le alcanza a Shakira) las revistas han puesto el ojo en las nuevas generaciones. Porque que Miriam Sánchez -o su ex Pipi Estrada- posen desnudos ya no es noticia. Como tampoco lo es lo enamorados que están Paula Echevarría y David Bustamante. O que Belén Esteban siga ganando kilos y anunciando su regreso a televisión. Nuevo, nuevo, si acaso la delgadez de Shaila Dúrcal o la irrupción de Zeus -no el dios del Olimpo, sino el hijo de Sara Montiel- en el panorama musical. Y ni eso.

Misterio en el museo. ¡Dame una pista! es el nombre que la baronesa Thyssen en persona tal vez ha elegido para un taller de verano en su museo malagueño. Una especie de cluedo infantil. Un centenar de niños enfrentados a los misterios de la aristocrática pinacoteca: uno de los dos centenares largos de cuadros de la baronesa desaparece en la ficción. Los pequeños detectives tendrán que descubrir qué obra falta y por qué. Unos menores ponen la lupa a los enigmas de la familia de Tita: ¿fueron los hijos mayores del barón, disconformes aún con el reparto de la herencia?, ¿el fantasma de todo museo que se precie vagando por sus pasillos?, ¿acaso pudo ser Borja, espoleado por Blanca, el que entró de forma subrepticia una noche de estío a por su regalo de cumpleaños?, ¿quizá Manolo Segura se despistó cuando trataba de embarcar en el Mata Mua?, ¿no estarán buscando -infructuosamente- el Constable sin recordar que Carmen lo vendió al mejor postor, como la duquesa su baño decó y los familiares anónimos del Rey las joyas de la reina Victoria en busca de cash? Da igual, el asesino era el mayordomo.

El príncipe Guillermo, el británico, aun con su rala cabellera -mi hijo tiene más pelo que yo, confesó-, fue políticamente correcto al decir que el retoño real "afortunadamente" se parece a la madre, Catalina. No como Marichalar, que cuando vino al mundo Froilán, su hijo mayor, dijo aquello de "Se parece a la madre, el pobre". No sé si le traicionaron los nervios o no, no lo parecía, pero aquello bonito no estuvo. Divertido sí, hasta inauguró un estilo -las marichaladas, les llamaban- pero elegante y caballeroso, no. A su primogénito, Guillermo y Catalina le han llamado Jorge, como el tatarabuelo, y Alejandro y Luis. Jorge Alejandro Luis, aunque no lo crean, es un nombre corto. Para el común de los mortales igual no, pero sí para un futuro heredero o para el galán de un culebrón venezolano. La costumbre es que los nobles tengan como poco cuatro nombres, para quedar bien con todas las dinastías. Froilán, por ejemplo, se llama en realidad Felipe Juan Froilán de todos los Santos. Así ya se entiende mejor que los DNI de la familia real tengan una numeración corta, un par de dígitos. Para hacer sitio a tanto apelativo.