El gallego Alberto Avendaño coge el teléfono en las oficinas de The Washington Post. Es el único testigo español de la histórica operación de compra que acaba de firmar el magnate de internet Jeffrey Bezos con la familia Graham. Hace diez años que Avendaño dirige El Tiempo Latino, la cabecera en español del emblemático grupo Post.

-¿No hay más españoles en el staff de ese prestigioso medio de comunicación?

-En puestos de dirección estoy yo y el actual jefe de Redacción de The Washington Post en inglés, que se llama Emilio García Ruiz y es hijo de padres españoles, pero se crió en EEUU. También está el nieto de un extorero que trabajó con la cuadrilla de El Litri; es un gran escritor, Manuel Roig-Franzia. Pasaron cosas mágicas. Yo conocí a don Graham cuando El Tiempo Latino pasó a integrarse en el organigrama del Post. Un día, por los pasillos, me tropecé con un viejecito y pensé: ¡Es Ben Bradlee!, director ejecutivo de The Washington Post con el caso Watergate. Entonces Ben, que tiene 91 años, tenía una oficina y le conté la historia de mi vida en 30 segundos. Le dije que cuando era adolescente mi profesor de inglés en Vigo, en el año 1974, detuvo la clase para explicar que la prensa en democracia podía derrocar a un presidente. De eso hacía treinta años... Se me quedó mirando y dijo: I'm an old man y me invitó a un café. No quería hablar, pero no importa...

-¿La venta del Post ha sido una señal de amor por parte de la familia Graham, tras cuatro generaciones, para evitar recortes?

-Los recortes han estado ocurriendo en los últimos 20 años. Solo en la última década yo he visto una redacción de mil personas reducirse a 500. La familia Graham, yo creo, se encontró contra la pared.

-Como testigo desde dentro de ese "templo del periodismo", ¿cuál es el futuro, a su juicio?

-Creo que estamos viviendo un regreso al futuro. Es un viaje hacia atrás, al mundo de los magnates dueños de periódicos que hoy se convierten en medios de comunicación multiplataforma. Así es como empezaban los Ciudadano Kane. Es un paso atrás para coger impulso, que tiene que ver con la integración en las nuevas tecnologías de la comunicación, para hacer de la industria de la información un mundo cada vez más global. Lo que está ocurriendo son besos, pero con s, a las grandes familias dueñas de prensa. Los ejemplos están ahí: Wall Street Journal, The Angeles Times, Post; detrás están los nombres de grandes familias del país, que cayeron víctimas de presiones de los inversores y de los accionistas, incapaces de entender que un medio de comunicación produce no solo márgenes de beneficios. Y que hay que aprender a disfrutar de los intangibles, contentarse con el poder inmaterial de la influencia, que no produce tantos retornos en la inversión.

-¿Hacia dónde cree que va esa transformación, que arranca con el proceso de reconversión de esa gran cabecera en EEUU?

-Internet hace que el mundo sea más plano, pero también más democrático y más aventurero. Jeff Bezos dijo en la carta que nos envió a los miembros del Post que quiere darle tiempo a la prensa para reinventarse, experimentar, explorar... Ahora hay un año de reestructuraciones; ya se verá a partir de ahí qué pasa. El magnate de internet trae una filosofía que tiene que ver con su mundo, que es digital y sobre la experiencia del consumidor. Se abren territorios que parecieron tabú a la industria tradicional de prensa. Yo creo que internet genera la aldea global; pero la clave de la frase es la palabra aldea. Creo que potencialmente internet nos va a hacer más tribales y entre las ventajas del mundo digital está que vamos a poder ser hiperlocales de forma efectiva. Eso no quiere decir que el papel, que el producto material que se agarra en las manos vaya a desaparecer inmediatamente. Bezos decía algo así como que en diez años no habría periódicos de papel; a veces hay que exagerar para llamar la atención... Está enviando el mensaje de dónde va a estar la audiencia mayoritaria, que va a ser virtual. Pero el producto en la calle y de oficina va a seguir existiendo durante bastante tiempo, aunque de una forma más reducida y rentable. Las nuevas tecnologías nos dan la oportunidad de ser hiperlocales, con énfasis en la aldea, no en el globo. El inmigrante en EEUU es un gran consumidor de papel, ese mundo va a seguir coexistiendo en función de las realidades del país.

-¿Cree que todavía hay lugar para el buen periodismo?

-Yo creo que esta revolución está generando nuevos caminos para recorrer. Algunos serán un fracaso total, pero otros pueden ser la fórmula para que no se pierda el buen periodismo, la investigación y el aporte a la democracia que hace la prensa. Todo depende de la visión y de la misión que pongan sobre la mesa personajes como Jeff Bezos. Yo no soy pesimista; el cambio es parte de la vida y por tanto, parte de los negocios. La capacidad de generar buena información es hoy superior a la del pasado, gracias a la revolución tecnológica. El precio inmediato a pagar es la falta de líderes visionarios que generen modelos de negocio efectivos... Siempre que hay transformaciones, hay apocalípticos e integrados. Lo más importante es que se sigan formando buenos profesionales. Todo futuro profesional de los medios debe ser profesional de la comunicación: multimedia, con habilidades tecnológicas y saber contar historias en diferentes formatos y con distintas herramientas.

-¿El lector seguirá pagando por información de prestigio?

-Con el cambio de territorio, provocado por factores múltiples, han cambiado no solo los hábitos de lectura, si no cómo se accede a la lectura. Quiero ver dónde está la ventana de oportunidades para las nuevas generaciones. Por primera vez en la historia del periodismo, las nuevas generaciones no tienen que depender para producir productos de calidad de que venga Mr. Graham o el señor Cebrián a decirles dónde tienen que jugar.