Dotada a la par de un ácido sentido del humor y de una particular ternura con sus allegados, la actriz Amparo Soler Leal, fallecida ayer a los 80 años, marcó una época en la historia del teatro y el cine español, en el que será especialmente recordada por su participación en siete películas de Luis García Berlanga.

Nacida en Madrid en una familia de actores, sus padres la internaron en un colegio de monjas para evitar que siguiera sus pasos, pero los genes pudieron más que la voluntad familiar y a los 15 años ya empezó a pisar las tablas, entrando después como meritoria en el histórico Teatro María Guerrero. Allí se formó en el teatro clásico, un género que adoraba y que no abandonaría nunca, aunque su popularidad se disparó a partir de los años cincuenta gracias a sus papeles en el cine, donde recorrió algunos de los títulos fundamentales de la cinematografía española como¡Bienvenido, Mister Marshall!, Calabuch, El verdugo, La gran familia o La escopeta nacional.

Su vida profesional, social y familiar se movió siempre entre la gente del mundo de las artes escénicas, y así tras un primer matrimonio con el actor Alfredo Marsillach, se casó con el productor Alfredo Matas. Con el humor que la caracterizaba, en su última entrevista agradecía a la Academia que nunca pensase en ella para el Goya de Honor.