La técnica es sencilla: se elige un lugar simbólico, se decide si se quiere salir solo o acompañado, se coge el móvil, se extienden los brazos, se pone una cara espontánea o divertida y clic. Se acaba usted de hacer un selfie, una autofoto, que, seguramente, ponga a circular en pocos segundos por las redes sociales.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su mujer; artistas como Rihanna y Justin Bieber; deportistas como Piqué con su mujer Shakira, o Casillas y Sara Carbonero... Todos ellos han sucumbido al poder del selfie. Hasta el papa Francisco y los reyes de España han accedido a aparecer en selfies con sus numerosos grupos de seguidores.

Imitar a los famosos es sencillo y cientos de miles de ciudadanos de a pie se han unido en los últimos tiempos a esta moda. En la red Instagram aparecen más de tres millones de imágenes identificadas como "Yo"; 73 millones como "Selfie" y 187 millones con la leyenda "Me".

Los famosos compiten por que sus selfies sean los más vistas. La presentadora de la última gala de los Óscar, Ellen DeGeneres, logró congregar a un grupo de estrellas de Hollywood como Meryl Streep, Brad Pitt, Angelina Jolie o Julia Roberts, delante de su móvil. En unos segundos, la imagen estaba en Twitter y, menos de 50 minutos después, ya se había convertido en la más retuiteada de la historia, superando el millón de retuits. Hasta ese momento, la foto más retuiteada era la que subió el presidente estadounidense, Barack Obama, al ganar por segunda vez las elecciones de Estados Unidos, en la que abrazaba a su esposa, Michelle Obama, y que había sido retuiteada 778.329 veces.

La tendencia parece imparable aunque el afán por mostrarse en las redes no está exento de críticas. En los últimos días, dos ejemplos de selfies desafortunados lo demuestran. Uno de ellos fue el que se hizo una joven, muy sonriente, en el campo de concentración de Auschwitz en Polonia, que desató la ira de cientos de tuiteros. El otro lo protagoniza una joven norteamericana que robó un vestido en unos grandes almacenes y, feliz con su adquisición, no dudó en hacerse una autofoto y compartirla con todos sus seguidores de Facebook. La policía de Illinois, al ver las fotos, identificó las prendas como las que habían sido robadas en una tienda de la que habían recibido la denuncia.

Vanidad, exhibicionismo, egocentrismo, narcisismo, falta de autoestima o, simplemente, una nueva forma de comunicación y de guardar la memoria. El debate está servido.

"Tomarse una foto de uno mismo ocasionalmente puede ser algo divertido y no hay que demonizarlo; sin embargo, cuando vemos a personas que se toman fotos cada cinco minutos, en todas las poses y circunstancias posibles, para colocarlas en las redes sociales, puede anunciar un problema de narcisismo y de falta de autoestima", apunta el psicólogo clínico Alejandro Torres, que asegura que "estas patologías han encontrado una instrumento ideal en las redes sociales". "Hay muchas personas que tienen una gran necesidad de autoestima y sienten un vacío existencial que tratan de llenar así, buscando el reconocimiento y la aprobación de la gente en las redes sociales; llega un momento que consideran más importante que la gente se entere de lo que están haciendo en cada momento a disfrutar ellos mismos de esas actividades", destaca Torres.

Sin embargo, el psicólogo advierte que las redes son un arma de doble filo para estas personas. "Aquellos que tienen la autoestima debilitada sufren al ver lo que otros amigos hacen constantemente, ya que creen que ellos hacen menos cosas o son menos divertidos", indica. De este modo, "tienden a imitar a sus compañeros y tratar de competir con sus imágenes, lo que puede llegar a convertirse en algo patológico", añade el psicólogo.

La realidad es que la moda de los selfies ha cambiado algunas conductas sociales que estaban muy asimiladas. "Antes se pedía un autógrafo a un famoso y se enseñaba a todos lo que iban a tu casa; hoy se manda la autofoto con él y se pone a circular en la Red. Antes, mandábamos postales o hacíamos fotos de los lugares en los que habíamos estado y, tras revelarlas, se las enseñábamos a nuestros amigos. Hoy se manda la foto al instante", resume el sociólogo José Romay. "Nunca más que ahora vale el dicho de que una imagen vale más que mil palabras. La gente no se pone a escribir a través del móvil lo que está haciendo, con quién está o dónde ha ido; manda una foto y listo", añade.

Este sociólogo asegura que cunde la filosofía del "si no estás en la imagen no existes". "Estamos en un mundo virtual en el que la transmisión de imágenes ha creado una realidad paralela que ha subvertido la propia realidad", advierte. Además, destaca que las nuevas tecnologías "han creado una nueva visión espacio-temporal en la que prima la inmediatez y, al final, esta vorágine configura a las personas".

Y mientras la tendencia prolifera, en cada país los autorretratos adquieren tintes propios. Una encuesta realizada este mes entre más de 27.000 personas de todas las edades revela que mientras que los españoles desatamos nuestro lado más romántico, los italianos sitúan por delante de sus relaciones amorosas a sus amistades en el momento de capturar la imagen. Eso sí, ambos países parecen más sociables que los ingleses y alemanes, que prefieren acaparar el protagonismo del selfie, saliendo en solitario.

El lugar también importa. En Europa central el sitio por excelencia es el espejo, aunque el instituto o la universidad también aparecen con frecuencia. En cuanto a la espontaneidad de este tipo de imágenes, este estudio lo pone en tela de juicio. Los italianos son los más vanidosos y más del 40% de los menores de 25 años se hacen foto cuando estrenan ropa o un maquillaje particular.