La Unidad de Tratamiento de Parkinson del Complejo Universitario de Santiago (CHUS) es la única en Galicia en la que se realizan intervenciones quirúrgicas en pacientes que sufren esta enfermedad degenerativa del sistema nervioso central. Solo seis hospitales españoles las desarrollan y el de Santiago es uno de los que más intervenciones ha llevado a cabo desde que comenzó, hace casi quince años (se cumplen el próximo febrero). En este tiempo, el equipo gallego ha realizado 220 intervenciones -que consisten en la implantación de electrodos en el cerebro- la amplia mayoría de ellas con una notable mejoría para los pacientes.

"Somos uno de los hospitales españoles que más intervenciones hemos realizado y de los que menos lista de espera tenemos: unos seis meses, en comparación con los dos años de otros centros", explica el neurólogo Ángel Sesar, uno de los responsables del equipo.

El neurólogo asegura que una de las razones para estar a la cabeza de España en este tipo de intervenciones "es que la administración nos apoya; en otros hospitales les limitan a 12 al año ya que son caras, más de 30.000 euros, mientras que a nosotros nos alientan a llegar al máximo de nuestra capacidad y, desde hace cuatro años, acogemos también a algunos pacientes de Canarias y Zaragoza".

El equipo -formado por dos neurocirujanos, tres neurólogos, un neurofisiólogo y una neuropsicóloga- realiza al año un máximo de 25 intervenciones (este año llevan 16) lo que supone unas dos o tres al mes. "Realizar más sería imposible porque requieren una preparación muy compleja que comienza con las valoraciones previas del neurólogo, la neuropsicóloga, el cirujano, el neurorradiólogo...".

La cirugía de estimulación cerebral profunda está indicada para pacientes que sufren la enfermedad en estado avanzado y dejan de responder bien a los tratamientos orales (teniendo problemas para moverse durante 3 ó 4 horas al día). No se suele operar a mayores de 70 años, aunque es un requisito flexible dependiendo del estado general del enfermo. Aunque es una enfermedad que aparece en la mayoría de los casos a partir de los 50 años, el equipo también ha tratado -"desgraciadamente"- casos de jóvenes en la treintena. "Los resultados en ellos son muy buenos", destaca.

Las intervenciones duran unas cuatro horas. "Cuando comenzamos con esta técnica, las intervenciones duraban más de ocho horas pero gracias al avance de la tecnología y, sobre todo, a la destreza que hemos adquirido, el tiempo se ha reducido a la mitad", afirma Sesar. Se trata de una intervención singular porque el enfermo debe de estar despierto para colaborar con el equipo quirúrgico haciendo determinados movimientos sencillos. "Necesitamos conocer el efecto de la estimulación antes de la implantación definitiva del electrodo", explica el neurólogo.

La intervención, por ello, no es cómoda para el paciente. En la primera fase se realiza un escáner cerebral para conocer las coordenadas exactas de la zona cerebral a la que se desea acceder y después se fija la cabeza con un aro metálico. Posteriormente, se realizan uno o dos orificios en el cráneo por los que se introducen los electrodos hasta la zona cerebral buscada. La segunda parte se desarrolla después con anestesia general y consiste en la colocación debajo de la piel de los cables de conexión y de la batería que suministra la estimulación eléctrica. "Los pacientes deben de permanecer en la misma posición las cuatro horas y en alguna ocasión hemos tenido que posponerla porque han tenido un ataque de ansiedad, pero en general lo llevan bastante bien", apunta el médico, al tiempo que destaca que es una operación segura en la que ningún paciente ha muerto ni ha sufrido secuelas importantes.

Los resultados, en la mayoría de los casos, hacen que el mal rato haya merecido la pena. "La intervención no cura el párkinson, pero mejoran mucho algunos síntomas como los temblores, la rigidez, el dolor y la ejecución de movimientos, lo que tiene un gran impacto en la calidad de vida del paciente; sin la intervención, muchos de los pacientes estarían relegados a una silla de ruedas", destaca Sesar.

La batería debe renovarse cada cuatro ó cinco años, aunque actualmente comienzan a utilizarse unas más avanzadas que puede recargar el propio paciente y duran 20 años. "Las estamos empezando a utilizar ya que, aunque a priori son más caras, a la larga si duran 20 años serán más económicas", concluye el neurólogo.