El mundo de la literatura dijo ayer adiós a Aurora Bernárdez, la viuda y albacea literaria de Julio Cortázar que además de dejar traducidas al español obras de Italo Calvino o Albert Camus, fue la responsable de cuidar la obra del autor de Rayuela editando sus libros póstumos y su correspondencia. Hija de padres gallegos, Bernárdez nació en Buenos Aires el 23 de febrero de 1920 y falleció en la mañana de ayer en París tras ingresar por un accidente vascular.

Fue durante su época estudiantil cuando conoció al escritor Julio Cortázar en la capital argentina y en la década de los 50 contraen matrimonio, y se instalan en la ciudad de París, ciudad donde ambos vivieron algunos de los mejores y más fructíferos años de la vida del escritor.

La que fue traductora de Lawrence Durrell, Gustave Flaubert, Italo Calvino, Vladimir Nabokov, Albert Camus, Jean-Paul Sartre y William Faulkner, entre tantos otros, nunca escribió obra propia. Algo a lo que nunca quiso dar respuesta, como dejó claro durante una visita a Madrid.

Tras su separación de Cortázar en los años setenta, ambos mantuvieron una relación de amistad aunque el escritor tuvo dos relaciones más, una con la agente literaria Ugné Kurvelis y otra con la fotógrafa y escritora Carol Dunlop. Fue en 1983, con la muerte de Dunlop, cuando la argentina regresó al lado de Cortázar, y se encargó de cuidarlo hasta que este falleció el 12 de febrero de 1984.

Bernández decidió donar, en el año 2005, el archivo fotográfico y cinematográfico del autor a Galicia. Desde entonces, este material -mucho de él inédito- se conserva en el Centro Galego de Artes da Imaxe, situado en A Coruña. El fondo donado está formado por grabaciones en súper 8 de mediados de los 70 -grabadas por Cortázar en viajes o con intención creativa- y 2.000 fotografías.