"Ha muerto la duquesa de Alba en avanzada edad, pero la vejez no se mide por el número de años, sino por una vida llena de nobleza y de bondad", afirmó el cardenal y arzobispo emérito de Sevilla Carlos Amigo Vallejo, encargado de presidir la misa funeral de la duquesa de Alba en el Altar del Jubileo de la catedral de Sevilla. El cardenal, amigo de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, fallecida el pasado jueves a los 88 años, definió a la aristócrata, durante la homilía, como "una noble por herencia y noble, muy noble, de corazón".

Más de tres mil personas asistieron, en la catedral sevillana, al funeral, entre ellas familiares, amigos, autoridades y vecinos de la capital andaluza. Todos querían despedir a la duquesa de Alba quien, en una de sus últimas entrevistas, había dicho: "Que me recuerden como española pero sobre todo como sevillana". El féretro, que portaban 14 familiares, llegó a la basílica a las doce y cuarto del mediodía, desde la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento de Sevilla, por la que desfilaron cientos de personas.

En la ceremonia se vivieron momentos de intensa emoción, al abrazarse entre sí los hijos de Cayetana de Alba. Su viudo y tercer esposo, Alfonso Díez, a quien se le vio llorar en varios momentos de la ceremonia, protagonizó un emocionante abrazo con la nieta de su mujer, la hija de Eugenia Martínez de Irujo y del torero andaluz Fran Rivera. Eugenia, la pequeña de los seis hijos que la duquesa de Alba tuvo con su primer marido, Luis Martínez de Irujo, se mostró desconsolada en el último adiós a su madre, a quien estaba muy unida.

Acudieron al templo a despedir a la duquesa de Alba Elena de Borbón, en representación de la Casa del Rey; el presidente del Senado, Pío García Escudero; y el ministro de Defensa, Pedro Morenés. Entre los amigos y allegados, destacó la presencia de Carmen Tello y su esposo Curro Romero, Nati Abascal, los diseñadores Victorio y Luchino, el torero Cayetano Rivera y su novia la modelo Eva González o el exfutbolista Emilio Butragueño.

El cardenal Amigo trazó un perfil muy positivo de la personalidad de Cayetana: "Sabía muy bien, qué elegancia, que de los pobres no se presume sino que se les sirve y se les presta", afirmó. Y eso nace, añadió, de "unas profundas convicciones cristianas y una religiosidad marcada" por la forma en que esta se vive en Sevilla, "por su amor a la familia y su ayuda a los más necesitados". Se va "en paz" después de una muerte que le ha llegado "a una avanzada edad".

El cardenal advirtió, como consuelo a su familia, de que "el amor no tiene medida ni en la edad ni en el tiempo" y de que, precisamente por eso, "el tiempo pasa pero el amor permanece". "Por eso no busquéis su memoria en ninguna parte del mundo porque ella quiere vivir permanentemente en el recuerdo de quienes tanto la quieren y la han querido. Llevadme en el corazón y así siempre estaré viva".

Amigo Vallejo estuvo acompañado del arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo; el deán de la catedral, Teodoro León; y otros cuatro sacerdotes, entre los que se encontraba Ignacio Sánchez Dalp, amigo personal de la familia y confesor de la duquesa de Alba.

Al término de la ceremonia y después del paso del féretro junto a los familiares, un fuerte aplauso recibió la salida del cortejo. Unas 20.000 personas, según datos del Ayuntamiento de Sevilla, despidieron en la calle a su duquesa.

Tras la incineración de sus restos en el cementerio de San Fernando, sus cenizas se repartieron entre la iglesia del Cristo de los Gitanos en Sevilla y el panteón que la familia tiene en el Monasterio de la Inmaculada Concepción, de la orden de las Dominicas Recoletas, en Loeches (Madrid). Sobre las seis y cuarto de la tarde, las cenizas llegaron a la Hermandad de los Gitanos, tal y como era su voluntad. La colocación de la hornacina estuvo presidida de un breve oficio religioso, reservado solo para los familiares directos y la junta de gobierno de la Hermandad.

Cayetano Martínez de Irujo fue el hijo encargado de llevar dentro del templo la urna con las cenizas, y, antes de depositarla él mismo en la hornacina, todos los familiares la besaron. A continuación la colocó en su lugar y unos operarios fijaron la lápida de mármol, momento que desbordó la emoción de la mayoría de los asistentes. En la inscripción donde reposan se lee: "Aquí reposan las cenizas de nuestra hermana, doña Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva, duquesa de Alba. Camarera de honor de María Santísima de las Angustias, medalla de oro y gran benefactora de esta Hermandad de los Gitanos, gracias a cuya contribución y ayuda fue posible la reconstrucción de este Santuario. Estará por siempre en la memoria de nuestra hermandad. 1926-2014".

Ignacio Sánchez Dalph pronunció unas palabras de despedida, en las que, dirigiéndose a los familiares, dijo que a partir de ahora deben permanecen más unidos que nunca.