Forman parte de las playas, los montes y los ríos gallegos desde hace décadas, pero su origen está a cientos de kilómetros de Galicia. Son las especies invasoras, plantas y animales que parece que lleven toda la vida en la comunidad, pero cuyo hábitat natural es otro bien diferente y que en muchos casos perjudican a la flora y fauna autóctona. En la actualidad, la Xunta contabiliza medio centenar: 32 plantas y 19 animales.

La flora autóctona es la que cuenta con más enemigos foráneos, plantas importadas por el hombre -muchas veces con fines ornamentales- y que no sólo se adaptan a la perfección al clima y el suelo gallego sino que debido a su gran capacidad reproductiva muchas veces colonizan la zona y hacen desaparecer la flora gallega. Es el caso de las acacias o mimosas, un árbol que puede llegar a medir 20 metros, y que llegó a Galicia en la década de los años 40, procedente de Tasmania y Australia. Su gran capacidad de reproducción hace que esté presente en gran parte de la comunidad al igual que ocurrió con las calas, flores de origen sudamericano que llegaron para adornar jardines y ahora crecen de forma silvestre en muchas zonas de Galicia. Las siemprevivas (originarias de Sudáfrica), la hierba de la Palma (América del Sur), las uñas de gato (África) o el eucalipto (Australia) son otras plantas y árboles foráneos, comunes en el paisaje gallego actual.

Pero las especies invasoras también están presentes entre la fauna. Uno de los ejemplos más conocidos es el del cangrejo rojo americano, una especie que se introdujo en los ríos españoles en los años 70 con el objetivo de su explotación para alimentación y que ha terminado casi por completo con los cangrejos de río autóctonos. La trucha arcoíris o las tortugas de Florida (la que habitualmente se tiene como mascota en casa) son otras especies animales que están tipificadas como invasoras. Los expertos instan a concienciar a la población sobre el peligro de introducir especies foráneas para evitar que lleguen nuevos ejemplares.