Son odiados o adorados casi con la misma intensidad. Muchos niños los separan del resto de la comida como si fueran algo detestable, aprensión que les dura toda la vida; pero no se merecen esa mala fama. Excepto para quienes son alérgicos, se reconocen como un alimento saludable que no debería faltar en una dieta equilibrada. Gracias a las técnicas de conservación, comer guisantes todo el año es posible, pero la posibilidad de disfrutar de ellos frescos solo se presenta en primavera.

Han sido utilizados desde tiempos ancestrales para alimentar tanto a los seres humanos como a los animales, aunque su cultivo empezó mucho más tarde. Es una planta herbácea de la familia de las leguminosas cuyo nombre científico es Pisum sativum. Existen más de 200 variedades en todo el mundo que se utilizan en la cocina de manera habitual. Puedes elegirlos secos, en conserva o congelados, pero si los vas a consumir frescos, debes optar por las vainas tersas, turgentes y de color verde brillante que encontrarás en primavera en los diferentes puntos de venta.

A nivel nutricional se consideran muy adecuados. En su composición destacaría que 100 gramos aportan unas 90 calorías, no presentan prácticamente grasas y una muy baja proporción de hidratos de carbono. Contienen agua, proteínas de gran interés biológico (de origen vegetal), fibra (insoluble en alta proporción), minerales (calcio y magnesio principalmente) y vitaminas (entre otras, las del grupo B como la B 1, que mejora el estado de ánimo y favorece el descanso).

Se cree que son beneficiosos para las personas que padecen problemas circulatorios. Se les atribuyen propiedades vasodilatadoras, por lo que podrían actuar previniendo la aparición de patologías asociadas al sistema vascular. Su alto poder nutritivo los convierte en un alimento muy interesante para elaborar dietas en las que resulta necesario un buen aporte de proteínas saludables y sin grasas.

Pueden provocar gases en personas predispuestas a padecerlos, aunque se pueden evitar si los cueces en agua con vinagre unos veinte minutos y cambias el agua hasta que finalice la cocción. Se considera que acidifican el organismo, por lo que no resultan adecuados en personas con problemas intestinales, artritis, patologías renales o reumatismo. Consulta si su ingesta es adecuada para ti si te encuentras en cualquiera de estos grupos.

A nivel culinario resultan muy versátiles. Se adaptan a preparaciones frías (ensalada de arroz o de pasta, ensaladilla, etc...), calientes (tortilla, menestra, etc...), en sopas y cremas. En función de la modalidad que emplees, será más fácil su elaboración. Para preparar una tortilla, por ejemplo, resultan muy cómodos los guisantes en conserva porque puedes añadirlos directamente al huevo batido y cocinarlos directamente. En la ensaladilla puedes usar los congelados y cocerlos con los demás vegetales o por separado según prefieras. Para elaborar una crema, es mejor elegirlos muy tiernos para evitar que la textura sea demasiado espesa y se complique la eliminación de la piel que los recubre.

Constituyen la perfecta guarnición para carnes, pescados, en ensaladas, etc..., aunque también pueden utilizarse como ingrediente principal (guisantes con jamón, por ejemplo). Lo mejor es consumirlos tiernos y ligeramente hervidos, porque así no pierden sus cualidades nutricionales. Se recomienda combinarlos con arroz, avena o maíz para conseguir que en el plato se encuentren todos los aminoácidos de interés para la salud.

Te proponemos una sencilla receta para elaborar unos deliciosos guisantes con jamón. Puedes utilizarlos en conserva, frescos o congelados. Se cuecen los guisantes (frescos o congelados) durante cinco minutos en agua con sal. Los que están en conserva se utilizan directamente del envase. Se escurren (en todos los casos). En una sartén se pocha en aceite de oliva una cebolla cortada en trozos pequeños. Cuando esté dorada se añade el jamón cortado en pequeños tacos e, inmediatamente los guisantes, y se deja al fuego unos minutos. Puedes añadir ajo en polvo, orégano, perejil y/o albahaca según tus preferencias.

Se introducen en la dieta de los niños cuando lo indique el pediatra y de manera paulatina. Puedes animar a los niños a consumirlos diciéndoles que se parecen a las gominolas, lo que facilitará su ingesta. Cuidado especial las personas alérgicas porque pueden presentarse reacciones graves al comerlos. Si se te plantean dudas, consulta a tu médico y sigue sus indicaciones.