El curriculum. Lo sabe todo el mundo. Y es extrapolable a cualquier microcosmos: literatura, cine, mercadotecnia, empresa, fiestas infantiles, deportes, el papel cuché, la vida sexual, los nombramientos ministeriales... La herramienta más importante a la hora de captar la atención es el efecto sorpresa. Es como una llave allen. O Carlota Corredera. Vale para todo. Por eso los y las celebs que se precian de serlo, los y las profesionales, que en esto -como en todo- hay mucho advenedizo, lo cuidan al máximo. El bisturí, la aguja, los hilos y todo eso tienen también su recorrido, su tiempo de espera y su hinchazón y son ya muchos los casos de caras infladas, ojos ocultos, vendas, tiritas, agujeritos y demás que nos han colado como cosa del maquillaje. Una celebridad de las buenas, de las de antes, de las de siempre, sabe dosificarse, hacerse esperar, crear expectación, sabe incluso dejarse olvidar un tiempo, antes de una reaparición estelar. Así, cuando una -o uno- lleva tiempo retirado del mundanal ruido y regresa, todos los focos van ahí y los más listos notarán una tersura, un par de centímetros más de frente, una ligera, imperceptible, subida en la línea labial... y correrán a consultar su currículum estético. Eso existe. Se lo digo yo. Uno lleva las iniciales IP grabadas. En pan de oro.

La amante inglesa. Ustedes conocen la historia de Camila la inglesa. La amante paciente, para unos. La tercera en discordia, para otros. Bueno, da igual. Tenemos una versión patria, más castiza, más nuestra, más bizarra. Esta Camila es la que, al parecer, se ha llevado al final el gato al agua con Humberto, el padre de Jesulín, el suegro de Mari Jose, el tigre de Ambiciones. A este le pasa como a Cachuli, que está tocado de salud pero de tanto en tanto se rehace. Al primero estos brotes le salen caros: una vez le pillaron bailando sevillanas y le enviaron otra vez a la sombra. A Humberto le rejuvenece el amor. Siempre ha sido de mujerío. Tras varias idas y venidas, se ve que ha vuelto con Camila, una pareja que le salió en la época álgida, tras el divorcio. Camila significa "aquella que presenta sacrificios". Pues nada. Eso.

Familia y gobierno. Las grandes víctimas colaterales del cambio de Gobierno y de los vertiginosos relevos en los ministerios son los Thyssen. Piensen: a Tita le ha pillado con lo suyo, el acuerdo sobre su colección, en bragas (de encaje fino, pero bragas). Que lo tenía medio hablado con Íñigo, y adiós. Que ya se veía sentada con Màxim, y visto y no visto. Un sinvivir. Además, Carmen no está pendiente solo de un ministerio, no, que luego está lo de hacienda, que a su chico lo tiene yendo y viniendo, como un apátrida, como un desarraigado, como un nómada, entre Andorra, Londres y Madrid. Y, claro, así no hay manera de hacer piña. Otro presidenciable, el de Ciudadanos, visita el museo. Madre e hijo, solícitos, le acompañan. A ver si éste.

Pecho tatuado. De acuerdo a su biografía, nunca mostró especial afición por las letras si entendemos por letras (la parte por el todo) los libros y por libros, los estudios. Sin embargo, sí ha desarrollado una gran querencia por la tinta. Kiko Rivera acaba de hacer público su novísimo tatuaje: dos herraduras sobre las iniciales de sus hijas y un dado con tres ases (las niñas y su primer hijo). Todo muy simbólico. Si uno quiere verlo, incluso esotérico, místico, cabalístico. Y tierno. Hasta que su propio hermano rompe la magia con un baño de realidad: "Espero que no vuelvas a coger 'pecho'? o van a quedar unas herraduras para caballo percherón". Hombre...

La parafernalia. No pueden hacer eso. Me los malean. Me los sacan de lo suyo, de su hábitat, me los ablandan. La videncia es una cosa con la que uno nace, no se elige, te elige, y de la que no se puede huir. Si uno es pitoniso, es pitoniso. Telecinco se ha convertido en una máquina de retirar nigromantes de las madrugadas televisivas, de los teléfonos con prefijo y tiempo de espera, de las lecturas de mano a distancia, de las limpiezas a domicilio. Y eso no. El último, el maestro Joao. No le puedes quitar los pendientes, los collares, los fulares, las túnicas brocadas y el bótox porque se queda en nada, se desinfla. Pierde prestancia. La desnudez nos iguala a todos, como la muerte y hacienda (bueno, hacienda igual no). Un vidente que se precie no puede leer el futuro, aunque sea en los culos, a cuerpo gentil. Le falta parafernalia, efectos especiales, ambiente, fumaral, atmósfera, qué sé yo, misterio. Lo del medio es el mensaje. No pueden mostrármelo emotivo, blandito, lloroso. Exhibir a su tierna mamá, al niño de sus ojos, sus debilidades. Sin superpoderes, ¿cómo volverá a cortar de cuajo el mal de ojo?: "¡mira la tijera! corto lo malo y entra lo sano". Al maestro Joao, participante del concurso Supervivientes, lo hemos perdido para el esoterismo. Lo van a reciclar donde los pretendientes y las pretendientas. Cosas del showbussines. En fin, siempre nos quedará Aramís.