Italianofobia. Ya se vio un caso en Quién quiere casarse con mi hijo. Un caso bastante insólito. Pero se ve que pasa. Que hay. Un antecedente de italianofobia. Era una chica, una pretendienta, que tenía tres odios irracionales e incontrolables, tres señoras fobias, tres pes malditas: por este orden, los pájaros, la pizza y las peluquerías. Se supo porque el potencial novio, Alexis, se llevó a comer a las chicas a un italiano y Xío, que así se llamaba la aspirante, se puso fatal, al borde del síncope, con palpitaciones y tal. Su particular síndrome de Stendhal le entraba nada más ver la mozzarella desbordante y el rosado pepperoni. Todo lo contrario que un joven ruso, que le dio por casarse con una pizza, con el argumento de que el amor humano es efímero mientras que el amor por la comida es eterno. Ahora es Antonia de l'Atte, que es tan italiana como la pizza, la que la sufre. La italianofobia en la cocina. Eso dice. Que sus rivales de concurso en los fogones se confabularon contra ella por venir de la bota. La bota es -topográficamente hablando- Italia. Italianofobia en toda regla. Restos de resabia de cuando Roma e Hispania. O del pulso por el conde. Vayan a saber.

El castillo de Drácula. Un hogar. Cantora es un hogar. No un castillo. No el castillo del conde Drácula. Bueno, a ver, claro, el castillo del conde Drácula existe de verdad. Una (incluso la dueña de Cantora) puede visitarlo, allá en Transilvania, Rumanía, puede pasar la noche en él, pero tiene su aquel, su leyenda, su poquito de pega, igual que Cantora fotografiada por los paparazzi. El castillo de Drácula, el que se vende como tal, es un invento de Ceaucescu, para explotar el filón turístico del vampiro (eso también pasa en Cantora, que paran delante de la reja los autobuses de turistas, quiero decir). El tipo buscó y buscó y se encontró con que el castillo de Poenari, la morada real del empalador aquel en el que por lo visto se inspiró Stocker, era una ruina. Así que eligió otro más vistoso, el castillo de Bran, y como buen dictador dijo éste es y nadie le tosió.

El carrito. No se habla bastante del carrito de supermercado. Lo hemos interiorizado, incorporado a la rutina, incluido en la vida diaria, sin darle mayor importancia. Creemos que está ahí, acompañándonos, haciéndonos la vida más fácil, desde siempre, pero no se inventó hasta 1936, hace nada como quien dice, y eso en Estados Unidos . Aquí llegó mucho más tarde. Isabel Pantoja sí sabe. Hace años, el portero de un hotel contó que la cantante se presentó en el establecimiento con uno como maleta descubierta y, recientemente, lo usó, a decir de un reportero, a modo de escudo-arma arrojadiza, para impedir fotos. Copla del carrito ya.

Amigas. No sé qué famosa nacional dijo aquello de no me enamoro de fontaneros, sino de millonarios y eso porque no frecuento fontaneros sino millonarios y eso. Vamos, que no es por el dinero, sino por el contexto. El contexto lo es todo. Con las amistades pasa igual. Así que a nadie puede extrañar que Alba Carrillo se haya hecho ahora la supermejor amiga de Rocío Carrasco. Son del mismo contexto. Famosas. Una de cuna, la otra no, una en la cresta de la ola, la otra apartada, pero famosas al fin. Andan en pandilla como las pencas. Las pencas son las amigas de Paula, la ex de Busta. Paula está con un futbolista. El contexto.

El video. La gente creativa es lo que tiene. Con cualquier cosita que tenga a mano te hace algo. Pertenecen, ambos, a una generación analógica pero como son personas de mundo y más hechos a las cámaras que las Kardashian dominan igual la artesanía que la tecnología. Ríete tú de influencers, youtubers y docurealities. María Teresa -toda una vida en televisión- se basta y se sobra para enganchar su móvil de última generación y grabar a Bigote -ventajas de tener la estrella en casa- para promocionar el espectáculo teatral de una amiga. O lo que haga falta. La estrella (Bigote) aparece en pijama, bien sea en un gesto estudiado para proyectar una imagen casera y cercana bien porque -esto lo han contado por activa y por pasiva- tiene la costumbre de levantarse muy a deshoras. N o descarten tampoco que el pijama sea -como las camisetas de mamá Pantoja que luce Chabelita en la casa de GH VIP- made in china pero de diseño. De diseño propio. De diseño del propio Bigote. Porque el novio de María Teresa también diseña, customiza, camisetas, y ropa interior, calzoncillos y eso, que él usa como bañador, para que se vean.