La llamada (II). Ya lo dijo Chelo García Cortés: el teléfono es el mejor amigo de una chica. No lo dijo así. Lo dijo parecido. Dijo gracias a este teléfono (el suyo particular, para más señas) estáis todos hablando días y días, semanas y semanas, meses y meses, de La Llamada. La Llamada no es la del Señor, ni la de los Javis, ni el spam, nada de eso. La Llamada es La Llamada (con epicentro y ya un par de réplicas, como buen tsunami o cualquier otra fuerza desatada de la naturaleza) de Pantoja al programa de sus desvelos y pesadillas, al foro público donde moran sus peores enemigos. Porque el celular de Chelo -igualmente caída en gracia y luego en desgracia y ya veremos si recaída en gracia de nuevo, poco a poco, como con Bárbara rey, digo Rey- fue, en primera instancia, el vehículo, el portal, la medium. Dicen que aquel día, el del epicentro, La Llamada paralizó España. Algo exagerado. Pero Maribel, crecida, repitió, llamó luego a Guadalix. España se volvió a paralizar, aunque menos. A Isa niña. Y todo gratis. Un plató ya no, un plató sería otra cosa. No hay dinero, dijo. O sea, que lo hay.

El trap. Disponíamos, los no introducidos en el trap, de pocos datos a priori: que fue pretendiente en MYHYV, que en Carabanchel es más influencer que la Echevarría (riñonera cruzada al pecho y calcetines con chanclas, ahí, marcando estilo), que reparte billetes, que tira de autotunemás que su cuñado y que, como aquella mítica top, no se levanta de la cama por menos de una pila de miles de euros el cuarto de hora. Ah, y que lleva en amores con Chabelita cuatro meses, o dos, o uno y medio. Él no lleva muy bien la cuenta. Ella regular. Qué más da. Él canta. Cosas como La más dura de la zona/ella es bonita como Madona/Y le gusta el perico como a Maradona/nalgona, segunda como el Barcelona. Y también es un famoso. Ella no canta. Pero también lo es. Y ahora, encima, intercambiables.

La ambulancia. Ha sido dejar la Familia y la farándula y sentar la cabeza. Alberto Isla, el padre del hijo de Chabelita, está formándose para ser técnico de ambulancias. Un oficio de provecho de esos que te mantienen alejado de los focos y otras malas tentaciones. Miren si no al inminente marido de Belén Esteban. Alberto era uno más: novio de famosa, concursante de reality que igual se casaba solo por unas semanas que por el rito garífuna. Los de Sálvame, que son una ONG, le buscaron trabajo en un bingo y no duró. A Isa le salen los novios así, a decir de su doliente madre y su niñera: poco dados al mundo laboral. A ver si la ambulancia.

El chat. Puede que Leticia Sabater no pase a la historia por su voz. Es posible que su carrera televisiva e interpretativa supere la musical. Que atuendos y tintes opaquen letras y ritmos. La canción del verano, injustamente denostada (¿quién no ha bailado La Salchipapa?) Pero a Leti no le achanta nada. Si la directora de los triunfitos la nombra, se hincha de orgullo: Leticia Sabater en OT. La directora, en un comentario mala sombra (todo hay que decirlo) la cita, sí, pero no por sus canciones, sino por su mirada. Da igual. Ella chatea encantada y se ofrece toda: a ir, a cantar, a bailar, a grabar con los chicos, a ser icono, musa, concursante, jurado, lo que haga falta. Volverse a tunear, si se tercia.

La maldición. Nadie ha hablado, por superchería, por temor, por yuyu, es de suponer, de la maldición de la isla. Pero pareja que retoza sobre la blanca arena de la costa de los supervivientes, pareja que se deslía como la ídem entre los dedos. Recuerden: la misma escena prácticamente, con sus más y sus menos, sus matices, la visita sorpresa de Amador a Rosa, de Julio Ruz a María Jesús Ruiz, de Alejandro Albalá a Sofía Suescun, de Chabelita a Alberto Isla, esta con boda ritual y todo. ¿Cómo acabaron unos y otras? Como el rosario de la aurora caribeña, con más o menos drama, según, pero todos mal tirando a fatal. Los últimos han sido la miss y el empresario, que anunciaron enlace a bombo y platillo, lo pospusieron a días vista y han acabado cada uno por su lado. El otro, el otro empresario de Marichús, el de la feria y los coches de caballos, está que se parte, que se alegra, no lo oculta, que se veía venir, que no iban a llegar al altar. Hay honrosas excepciones a la maldición: Raquel Mosquera, por ejemplo, también se rebozó en la playa caribeña junto a su Isi y siguen tan contentos. Del maestro Joao mejor no hablamos... por lo del mal fario y eso.