En las páginas de El sueño de la crisálida, Vanessa Montfort se hace eco de las palabras de Rosa Montero, y de su teoría de que todos los escritores nacen de una pérdida. Lo hace quizá porque en su caso fue cierto, porque echó un vistazo atrás a su memoria y recordó el adiós que le hizo volcarse en la literatura. Tras una experiencia de acoso laboral en su tiempo como periodista, la escritora catalana se despidió de aquello para lo que se había formado, y se arrojó a las novelas. Su último trabajo, que presentará esta tarde en Moito Conto a las 19.30 h., lleva al extremo a otra periodista como ella, Patricia, que decide cambiar su vida hiperconectada tras encontrarse con una exreligiosa en un avión.

Transmite la novela una sensación de angustia constante. ¿Fue duro escribirla a nivel emocional?

La verdad es que sí, porque yo lo que quería hacer era un retrato de esa sociedad del malestar en la que siento que vivía. Esta sociedad de la prisa, del cansancio, que no deja un segundo libre al sosiego. Quería que esta novela fuese de dos personajes llevados al límite que, tras conocerse de manera totalmente azarosa, fueran un catalizador el uno del otro para realizar un cambio y decir: "Basta".

¿Usted también ha hecho ese giro?

Yo me di cuenta a partir de un punto de que estaba sustituyendo constantemente lo importante por lo urgente. Y lo urgente siempre lo es, aunque en realidad sea una chorrada. Vivimos en una sociedad multitarea, y no terminamos de dedicarle tiempo a las personas que son más importantes para nosotros. El primer síntoma es no saber parar, y necesitar rellenar tu vida de trabajo.

Para muchos, eso es la productividad.

La palabra productivo a mí me da mucho miedo. En el mundo actual parece que tenemos que ser productivos para ser personas, y yo nunca he sabido muy bien qué es ser productivo. ¿Productivo emocionalmente, para ti mismo, para los demás? ¿Es ganar más dinero, estar constantemente atareado? Esto es la actividad de la polilla, revolotear al lado de la luz todo el rato, pero dándose contra un cristal. No hay meta, corres detrás de tu propia vida.

Me decía antes que su relato quiere ser un espejo de la realidad, pero también lo parece de usted misma. ¿Se ha inclinado por la autoficción?

Como la persona que me inspiró el personaje de Greta es absolutamente real, puedo decir que eso es autobiográfico. Yo conocí a una mujer que me contó su historia sin saber que era escritora, porque mi gran superpoder es que todo el mundo me cuenta su vida [se ríe], eso lo tengo en común con Patricia. Ella me contó una situación que localicé como un acoso laboral dentro de la Iglesia, y empaticé con ella porque era una situación que yo también había vivido.

¿Cómo le ocurrió?

Yo viví un acoso laboral dentro del mundo del periodismo que hizo que terminara por irme de la empresa. En su momento no lo denuncié, porque tenía 23 años, pero creo que era necesario hablar del mobbing , darle voz a esa injusticia de la que Greta y yo habíamos sido víctimas. Además, arrojaba luz sobre algo muy interesante, el papel de la mujer en la Iglesia católica. Creo que es el momento de que revisen su situación.

"Ha dejado de preocuparme esa polémica que no busco", dice sobre esa cuestión en la novela. ¿Ha resultado tan controvertido su libro al final?

Lo ha sido, pero no tanto como esperaba. A lo mejor estamos en un momento de mayor madurez, no lo sé, pero tengo más mensajes de personas católicas solidarizándose con el personaje de Greta que lo contrario. En esta novela mi propósito no es decir que en la Iglesia solo pasan estas cosas, sino que también ocurren. Hay injusticias, como en todas partes. El error ha estado en pensar que no sucedían ahí.

En su próximo libro tratará la crisis española. Ese abordar de nuevo la actualidad, ¿es un remanente de su carrera periodística?

¡Seguro! [risas]. Pero más que de la crisis económica, hablo de las consecuencias de la crisis. Es una novela que he estado investigando el año pasado sobre la fuga de cerebros y sobre esas sociedades que no han sido capaces de responder a los profesionales que han formado y se han tenido que ir. Los de esta novela tienen en común que quieren volver, pero no pueden. Creo que esa generación exiliada es un tema.