Fue un día que acudió a donar sangre cuando a Abelardo Sánchez le detectaron que tenía hepatitis B. "Le hicieron pruebas a mi madre y ella también, es decir, me lo había transmitido en el embarazo, pero el virus no estaba activo. Me dijeron que me podría morir de cualquier cosa, menos de eso", recuerda el presidente de la Asociación de Trasplantados Airiños. Pero la previsión médica se equivocó y al cabo de unos años el virus se activó y tuvo que empezar a tomar una medicación para controlarlo y evitar que dañase el hígado. "Llegó un momento en el que volvía a tener las transaminasas altas y el médico decidió suspender el tratamiento", explica. Eso fue en enero y en apenas tres meses comenzó a sentirse mal. "Cuando fui al hospital, en Semana Santa, me dijeron que el virus había destruido el hígado, que me quedaban 15 días de vida", indica. Todo cambió cuando le dijeron que había la opción de un trasplante. "El órgano tenía que llegar en 15 días pero a nivel psicológico esto hizo que me viniese arriba porque había una solución. Cuando llegó, ya hospitalizado, vi la esperanza de vida y, una vez que me recuperé, cree Airiños para fomentar la donación de órganos y asesorar a los pacientes que esperan un trasplante", apunta.