Un único donante de órganos puede salvar hasta siete vidas. Un simple "sí" cuando un familiar fallece servirá para que otros pacientes puedan respirar aliviados al saber que gracias a ese órgano la vida les da una prórroga. España es líder a nivel mundial en trasplantes, su modelo se imita en muchos países, y gran parte del éxito está en los donantes, pacientes que deciden regalar vida a otros ciudadanos a través de un último gesto solidario. El Sistema Nacional de Salud batió el pasado año un nuevo récord al llegar a 48 donantes por cada millón de habitantes, una tasa que casi se duplicó en el área sanitaria de A Coruña (84). Pese a que cada vez hay más conciencia entre la población de la importancia de donar, los médicos y quienes han pasado por este proceso instan a no bajar la guardia y a ser conscientes de que la pieza clave en todo este engranaje son los donantes, sin ellos no hay trasplantes. "Los trasplantes están a la orden del día y cualquier persona puede necesitar uno a lo largo de su vida", resalta el ferrolano Abelardo Sánchez, trasplantado de hígado hace casi diecisiete años. "Hay que pensar que es más fácil llegar a ser receptor de un trasplante que donante para lo que hay que cumplir una serie de requisitos en el fallecimiento", añade el coruñés Santiago Martínez, trasplantado, en dos ocasiones, de riñón.

La última palabra sobre la donación la tienen las familias. Salvo que el paciente hubiese formalizado un documento de instrucciones previas „un informe con validez legal y de obligado cumplimiento en el que detallar desde los cuidados que se quieren al final de la vida hasta el deseo o no de donar los órganos„, los médicos siempre consultan a los familiares que son quienes toman la decisión. Tradicionalmente en Galicia cuando se producía esta entrevista entre sanitarios y parientes, el no era bastante habitual. La comunidad siempre se situó entre las autonomías con mayores tasas de negativas familiares (entre el 25 y el 30%), pero esto ha logrado revertirse en los últimos años. En el año 2019, Galicia logró situarse por primera vez debajo de la media nacional (un 13%, frente al 14% estatal). Y ahí, el récord de donaciones en A Coruña tiene mucho que ver. Solo una familia (lo que supone el 2% del total) se negó a donar los órganos en el área sanitaria coruñesa durante el pasado año. ¿Las claves de este cambio? Aunar fuerzas desde diferentes colectivos.

"Una mayor organización a nivel sanitario y las campañas que se llevan haciendo desde hace años han ayudado", explica Abelardo Sánchez, que preside de la Asociación de Trasplantados de Galicia Airiños, donde imparten charlas para informar y concienciar sobre la donación en las universidades. "Cuanta más información haya más cala en la sociedad y se va viendo como algo normal", explica Sánchez, quien tiene claro que a más visibilización, más donantes. "Hace unos años se incluyó el tema en la iniciativa 12 meses, 12 causas de Mediaset y se triplicaron los donantes a nivel nacional", sostiene. Un ejemplo similar pone el coordinador de trasplantes del Hospital Universitario de A Coruña, Fernando Mosteiro. "Las tasas de negativas en el País Vasco eran muy altas hasta que tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, la familia dijo que había donados los órganos y desde entonces cayeron y ahora están entre las más bajas del país", indica.

Motivos para donar sobran. Lo dicen quienes estarán siempre agradecidos a esa persona anónima que le permitió mantenerse con vida, pero también quienes se convierten en donantes en vida. "Hay que pensar que el posible donante se encuentra en una situación que ya no tiene remedio y donar permite que una parte de él siga viviendo en otras personas", sostiene Abelardo. "Es una operación muy sencilla, a los 20 días ya estaba trabajando y para mí ha sido una de las experiencias más maravillosas de mi vida", explica David Lema, que hace ocho años le donó un riñón a su hermano. David no se siente un héroe ni especialmente generoso. "Lo que hice es de sentido común", resalta.