El desarrollo no solo de una, sino varias vacunas contra el SARS-CoV-2 en un periodo inferior a un año es, para el jefe del Servicio de Microbiología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Germán Bou, “un hito que se recordará en los libros de historia de la Medicina, algo maravilloso”, conseguido “gracias a un esfuerzo colectivo sin precedentes”, aderezado con “mucho talento y trabajo científico”. “Se solaparon procesos que, en otras circunstancias, se hubiesen desarrollado de manera sucesiva, e incluso se adelantó la producción de las vacunas antes de finalizar la fase 3 del ensayo clínico, aún a riesgo de perderlas”, apunta el doctor Bou, quien subraya también la “agilidad administrativa de los entes regulatorios europeos y americanos”, que dieron el visto bueno y permitieron la comercialización de las inyecciones por un procedimiento de emergencia.

“Esta pandemia ha surgido en el momento científico más propicio. Estaban ya puestos los mimbres para lograr un hito de esta envergadura en el momento actual. No ha sido solo la vacuna, también los procesos diagnósticos desarrollados en los últimos meses. A los pocos días de comunicarse un brote causante de un cuadro infeccioso respiratorio y desconocido, se aisló el agente infeccioso y se secuenció el genoma del virus, el actual SARS-CoV-2. Esto permitió iniciar el diseño de pruebas diagnósticas y comenzar el desarrollo de las vacunas. Pocos meses más tarde ya están en el mercado a disposición de los ciudadanos. Cuando lo piensas te das cuenta que es algo colosal”, reitera el también presidente de la Sociedad Gallega de Microbiología, y remarca: “No quiero imaginarme qué hubiese ocurrido si esta pandemia hubiese aparecido hace 10 o 15 años. Posiblemente no hubiésemos conseguido tener una vacuna, o habría llevado mucho más tiempo conseguirla, o quizás el diagnóstico hubiese sido mucho menos certero. Sin duda, el impacto en la población hubiese sido aún más devastador”.

La pasada semana se empezó a administrar la primera dosis de la vacuna contra el SARS-CoV-2 al personal sanitario del área de A Coruña y Cee. ¿Usted la ha recibido ya?

Sí, ya me he vacunado, por salud individual y por responsabilidad colectiva. Es muy importante tener en cuenta ambas razones si queremos acabar con esta pandemia. La primera, porque nadie está a salvo del virus. Aunque es cierto que un porcentaje elevado de gente pasa la infección de manera asintomática o con un cuadro más leve, en otras personas (una minoría afortunadamente) puede conllevar la muerte o importantes secuelas. Cuando ves que un paciente joven sin factores de riesgo ingresa en la UCI por un cuadro respiratorio severo causado por el SARS-CoV-2, te das cuenta de la dimensión real de esta infección. La segunda razón es más solidaria o tiene en cuenta criterios de salud pública. Cuanta más gente esté vacunada, habrá menor transmisión del virus entre la población y, por consiguiente, menor probabilidad de que infecten ancianos o ciudadanos con factores de riesgo. Si yo me vacuno, protejo mejor a la población más vulnerable. A nuestros padres o abuelos, aunque ellos no se hayan vacunado.

¿Qué diría a los ciudadanos que cuestionan la seguridad de vacunas desarrolladas en un tiempo récord inferior a un año?

No se va a comercializar ningún fármaco, incluidas las vacunas, que no tenga la autorización de la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), en el caso de Europa. Y lo mismo podría decirse, por ejemplo, en Estados Unidos u otros países. La EMA garantiza la evaluación científica, la supervisión y el seguimiento de la seguridad de los medicamentos de uso humano y veterinario en la UE. La comercialización de una vacuna no depende de ningún gobierno, partido político o parlamento en cuestión. Por tanto, a los ciudadanos que recelan de las vacunas que están llegando a España les diría que no recelen ni duden de ellas. Nadie se plantea el tema de la seguridad cuando toma un antiinflamatorio, como el ibuprofeno, por ejemplo. Todo fármaco o medicación puede producir un efecto adverso. en un momento dado El riesgo 0 en medicina no existe.

"Nadie se plantea la seguridad cuando toma, por ejemplo, un ibuprofeno"

¿A qué atribuye ese recelo tan desmesurado hacia las vacunas contra el COVID?

Creo que los movimientos negacionistas o antivacunas están haciendo mucho daño al respecto. En concreto, y sobre las que están llegando ahora a España, destacar que incorporan un ácido nucleico del virus, un ARN mensajero, ni siquiera el virus inactivado o atenuado. Se ha visto que sus efectos adversos mayoritarios son fiebre y dolores musculares, los mismos que puede producir la vacuna de la gripe o la antineumocócica.

La seguridad es incuestionable, ¿y la eficacia? Muchos se preguntan también si serán lo suficientemente efectivas unas vacunas desarrolladas sin que haya todavía certezas claras sobre la inmunidad de los ciudadanos que han pasado la infección…

Es cierto que aún seguimos aprendiendo acerca de la inmunidad frente al SARS-CoV-2, especialmente en los ciudadanos que han pasado la infección. Recientemente se habla de ocho meses de inmunidad, aunque esto va cambiando según conocemos mejor al virus. Respecto a la eficacia, si nos ceñimos a los datos del ensayo clínico en fase III de la vacuna de Pfizer, los resultados mostraron que los individuos que recibieron las dos dosis separadas por tres semanas experimentaron un 90% menos de casos de COVID sintomático respecto a los que recibieron placebo. Obviamente, es un análisis a corto plazo. Puede que Pfizer o Moderna comuniquen, con el tiempo, cuál es la duración, el nivel y la robustez de la inmunidad que ofrece su vacuna, desconocidos en la actualidad por una cuestión de tiempo. Lo que sí es una certeza es la protección de estas formulaciones vacunales frente al COVID a corto plazo.

Los ciudadanos no estamos acostumbrados a seguir al día el proceso de desarrollo de una vacuna, en qué fase está, cuándo se paraliza, etc. ¿Esto es bueno?

El desarrollo o la fase clínica de una vacuna sigue el mismo protocolo que cualquier otro fármaco que quiera comercializarse debe cumplir. Generalmente son tres fases donde se pretende observar la eficacia y seguridad de la formulación en cuestión. Durante todo el proceso se vigila muy de cerca cualquier evento que pueda cuestionar la seguridad del producto. En estos últimos meses, por la trascendencia del tema y el clima generalizado de nerviosismo, quizás se haya dado demasiada importancia a sucesos que son normales cuando se está realizando un ensayo clínico de esta naturaleza. Si durante cualquier fase (y especialmente en la fase III) se observa un efecto adverso muy grave que pueda comprometer la salud futura de los ciudadanos, se paraliza el ensayo. No ha sido el caso con las vacunas más avanzadas hasta la fecha —principalmente las de Pfizer-BioNTech, Moderna, y Oxford AstraZeneca—, aunque se detectaron efectos adversos menores, que entran dentro de lo que podemos considerar normal. La legislación es muy estricta al respecto, y en una vacuna la seguridad es incluso más importante que la eficacia.

Vacunarse no implica bajar la guardia. ¿Qué porcentaje de población debería estar inmunizada para poder empezar a rebajar restricciones o a respirar (nunca mejor dicho) tranquilos?

Entre el 60 y el 70% de la población, para alcanzar la llamada inmunidad de grupo o rebaño. Por hablar de cifras, asumiendo una población en Galicia de 2,7 millones de habitantes, necesitamos la inmunización de entre 1,7 y 1,8 millones de gallegos. Si es a nivel nacional, y considerando una población de unos 47 millones de españoles, necesitamos unos 30 millones vacunados o inmunizados.

¿Es posible pronosticar hasta cuándo se podrían tener que mantener las medidas de protección que ya forman parte de nuestras rutinas diarias? La bioquímica húngara Katalin Karikó comentaba recientemente en una entrevista publicada en el diario ‘El País’ que, “probablemente, el próximo verano se podría volver a la vida normal”. ¿Le parece osada esta afirmación?

No mucho. Es lo que deseamos todos, y me parece bastante realista. Vamos a tener una visión esperanzadora y pensar que en unos meses la cobertura vacunal de la población esté cerca de la deseada inmunidad de grupo. Esto nos sitúa en el verano, o cerca de él. No significa que debamos relajar totalmente las medidas, pero podremos estar en un estilo vital que, si bien no será como el del pasado reciente, si puede estar cerca de la normalidad. Pero no debemos obviar un aspecto muy importante, y es que para llegar ahí hay que vacunar, de manera eficaz y con rapidez, a la población.

Inquieta la aparición de nuevas cepas, especialmente la británica, al parecer más contagiosa y de la que ya se han detectado casos en España, también en Galicia...

La aparición de nuevas variantes o cepas es algo normal en el proceso evolutivo de un virus. Los datos epidemiológicos de esta nueva cepa que viene del Reino Unido muestran una mayor transmisibilidad o capacidad de contagio. Las características biológicas de esta variante se infieren de datos epidemiológicos más que de datos experimentales obtenidos en el laboratorio. Esta nueva cepa acumula un número importante de mutaciones, algunas de ellas en la proteína S en la envuelta del virus, responsable de la interacción con el receptor celular. Lo más lógico es pensar que se va a extender de manera rápida por el mundo si posee esta mayor capacidad de contagio, como afirman nuestros colegas ingleses.

¿Que sea más contagiosa implica también una mayor peligrosidad?

Lo que se sabe hasta la fecha es que esta cepa no es más agresiva que las variantes previas que están circulando por el mundo. Los pacientes que se infectan con ella no parecen tener un pronóstico más grave. Lo que si es cierto es que si es más transmisible, infecta a más gente y, en números absolutos, habrá más ingresos hospitalarios. Pero no significa, desde un punto de vista hablado estricto, que sea más letal.

¿La aparición de nuevas cepas puede afectar a la eficacia de las vacunas que ya se están administrando?

Tanto Pfizer como Moderna comunicaron ya que las vacunas que han desarrollado muestran protección frente a la cepa británica. Hay que entender que, durante el proceso de producción de anticuerpos por parte de los linfocitos, se generan inmunoglobulinas policlonales que se dirigen a una gran cantidad de regiones antigénicas o epitopos del virus, por lo que, aunque el virus mute o cambie en una región, siempre habrá otras zonas que serán reconocidas por los anticuerpos. Ello no quiere decir que en un futuro pudieran surgir nuevas variantes con una enorme cantidad de mutaciones que los hiciera invisibles al sistema inmune activado por las vacunas. Pero es una hipótesis. Si llegara el caso, seguro que asistiríamos a la creación de una nueva generación de vacunas anti-SARS-CoV-2. Es más, estoy convencido de que, que con el tiempo, se irán desarrollando otras vacunas que incorporen, por ejemplo, nuevas variantes distintas del propio virus en la misma vacuna. Sin ganas de ser frívolo, podrá llegar el momento en que un ciudadano pueda decidir escoger qué tipo de vacuna quiere que se le administre.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció hace unos días que, probablemente, el SARS-CoV-2 se volverá endémico en humanos, algunas especies animales, o en ambos. ¿Esto qué significa? ¿Las vacunas no lo harán desaparecer?

El SARS-CoV-2 es un coronavirus, y dentro de esta familia de virus hay siete que infectan a humanos. Entre ellos, se encuentran variantes o linajes más benignos, los cuatro responsables del resfriado común y otros tres más agresivos, como son el actual, el SARS-CoV y el MERS-CoV. Los más benignos ya son endémicos y conviven con nosotros de manera habitual, manifestándose sobre todo en periodo invernal. Las otras dos variantes más agresivas, SARS-CoV y MERS-CoV, surgieron en el pasado en forma de brote, y de ellos solo el MERS-CoV sigue activo. Lo que diferencia ambos grupos es la transmisibilidad, mayor en los primeros y la letalidad, mayor en los segundos, pero mucho menos transmisibles. El SARS-CoV-2 combina propiedades de ambos linajes (es un virus muy inteligente), y es su capacidad de transmisión tan elevada lo que puede hacer difícil su erradicación definitiva.

¿Tendremos que volver a vacunarnos una vez recibidas las primeras dosis? ¿Quizás cada año?

Puede que tengamos que estar recibiendo vacunaciones con cierta cadencia en el futuro, al menos a corto-medio plazo. El conocimiento de la duración de la inmunidad y la estabilidad evolutiva del virus marcarán las pautas de actuación futuras en materia de vacunación. Quizás tengamos que hacer como con la gripe, y vacunarnos cada año. También es cierto que desconocemos cuál sería el impacto en la supervivencia del virus de una campaña de vacunación global a nivel mundial. Son aspectos que iremos viendo en los próximos años.

El foco mediático está puesto en las vacunas, pero también se trabaja contra reloj en el desarrollo de posibles tratamientos contra la infección causada por el SARS-CoV-2, ya que hasta ahora no hay ningún fármaco eficaz. ¿Qué proyectos generan mayores expectativas? Se habla mucho estos días de los anticuerpos monoclonales. ¿En qué consisten este tipo de terapias?

Es cierto que los sistemas diagnósticos y las vacunas se han beneficiado muchísimo del desarrollo científico y tecnológico de los últimos meses, y que con los tratamientos el avance ha sido menor. No obstante, se está trabajando intensamente para conseguir un fármaco o molécula que permita erradicar la infección. Es prometedor el uso de anticuerpos dirigidos frente al virus. En este sentido, AstraZeneca está desarrollando anticuerpos monoclonales de acción prolongada que puedan tener una doble vertiente: prevenir y tratar la infección por el SARS-CoV-2. A la espera que finalice la fase III del ensayo clínico, se muestran como algo muy prometedor, ya que permitirían una inmunidad inmediata desde el momento de la administración. Con las vacunas es sabido que se necesitan varias semanas para conseguir protección inmunológica desde el momento de la primera dosis.

¿Tendremos que aprender a convivir con el COVID, igual que lo hacemos con otras enfermedades infecciosas?

Sin duda, sobre todo a corto-medio plazo. Este virus ha venido para, posiblemente, quedarse mucho tiempo. La ventaja es que cada vez lo conocemos mejor, y tendremos más capacidad para prevenirlo o combatirlo. Durante estos últimos meses hemos implementado medidas de control de la infección que ya son rutinas diarias: uso de mascarillas, higiene de manos, distancia, reuniones de trabajo telemáticas más que presenciales… no sé si todas, pero seguro que muchas de ellas quedarán cotidianamente en nuestra manera de relacionarnos con los demás y en nuestro comportamiento social.

¿Cómo se plantean los próximos meses?

Duros, especialmente este mes de enero. La llegada de la vacuna, algo esperado y esperanzador, no debe hacernos olvidar donde estamos y lo que hemos sufrido. No podemos caer en la idea de que esto ya se ha acabado. La vacunación es el inicio para el fin de la pandemia, pero solo el inicio. No el final. Entre ambos momentos queda aún un gran trecho.

¿Le gustaría trasladar algún mensaje a la población?

Sí: uso de mascarillas, higiene de manos, distancia social, precaución, sentido común, disciplina, vacunación cuando se nos llame... Estamos cansados y queremos volver a nuestro antiguo estilo de vida cuanto antes. Pero es el único camino.