Hace apenas quince días, David Nuñez Araque se hacía un hueco en todos los telediarios nacionales, que abrían sus informaciones calificando a este madrileño de 40 años como un “paciente milagro”, aunque su historia sea una más de las miles que se entremezclan en los pasillos de los hospitales españoles desde el inicio de la pandemia. El 17 de abril, tras cinco días hospitalizado —en los que su salud se había deteriorado a un ritmo vertiginoso a causa del COVID—, David fue trasladado desde Torrejón de Ardoz a la UCI del 12 de Octubre, donde ingresó con un pronóstico extremadamente grave. Los médicos decidieron entonces implantarle un sistema de oxigenación por membrana extracorpórea o ECMO (por sus siglas en inglés), una suerte de pulmón artificial que se encargó de oxigenar su sangre, mientras sus verdaderos pulmones se tomaban un descanso. Al mismo tiempo, recibió plasma hiperinmune en uso compasivo. Su buena evolución llevó a los facultativos a retirarle el ECMO el 2 de mayo, para continuar su tratamiento con ventilación mecánica. Fue extubado el día 19 de ese mes y, desde el 27, se recupera en casa.

Pese a lo extraordinario de su historia, el caso de David no es único. En el último año y medio, hospitales de toda España han recurrido al sistema ECMO para abordar casos extremadamente graves de COVID. También los profesionales de la UCI del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) utilizaron el dispositivo con algunos afectados por esa infección. “Los pacientes que suelen necesitar la oxigenación por membrana extracorpórea son aquellos en los que los métodos habituales de ventilación mecánica no son suficientes para mantener el oxígeno en sangre. Este soporte se utiliza, en esos casos, para dar un poco de tiempo a los pulmones para que mejoren”, explica Mónica Mourelo, intensivista del Chuac, quien especifica que el ECMO es un viejo conocido para los profesionales que trabajan en el área de críticos, puesto que en el complejo coruñés se aplica ese método, desde 2010, con enfermos cardiológicos. Antes del COVID, ya se había utilizado en algún paciente con esas características, pero durante la emergencia sanitaria, al haber muchos más enfermos ingresados en la UCI con insuficiencia respiratoria que tardaba en responder al tratamiento, se recurrió a ese dispositivo de forma más habitual”, señala.

La doctora Mourelo especifica que la oxigenación por membrana extracorpórea es un sistema que “hace pasar la sangre del paciente por una membrana externa, con unas características especiales, que es la que aporta el oxígeno”, para que esa sangre, a continuación, “retorne otra vez al organismo”. “El funcionamiento del sistema ECMO es similar al de las máquinas de diálisis: la sangre sale del organismo, se limpia y regresa ya con unos niveles de oxígeno adecuados. El dispositivo estaría haciendo, por tanto, la labor que en ese momento no pueden realizar los pulmones del paciente, que se mantendrían en unas condiciones de trabajo mínimas, por así decirlo, mientras se recuperan”, reitera.

El pasado martes, la Sociedade Galega de Medicina Intensiva e Unidades Coronarias (Sogamiuc) celebró su congreso anual, organizado precisamente desde el complejo hospitalario coruñés, un encuentro virtual en el que los especialistas en cuidados críticos “actualizaron novedades en el manejo de pacientes politraumatizados, respiratorios y sépticos en fase aguda y crítica”, y en el que también revisaron técnicas como la ECMO. “Antes, había una serie de contraindicaciones para el uso de la oxigenación por membrana extracorpórea que se consideraban absolutas, pero ahora se ha visto que hay margen para ser un poco más flexibles, dado que la respuesta de los pacientes es favorable”, apunta la doctora Mourelo. No obstante, insiste en que “de lo que se trata es de ser un poco más precoces en el uso del ECMO, siempre partiendo de que todo dispositivo tiene sus complicaciones”.

Por ejemplo —continúa la intensivista del Chuac—, “antes se hablaba de un límite de días de ventilación mecánica, y ahora se está viendo que se puede ser un poco más flexibles con respecto a esta cuestión, al igual que en el caso de los pacientes con trastornos de la coagulación importantes. Sigue existiendo esta contraindicación, pero se ha constatado que se puede controlar mejor haciendo un ajuste más fino de la coagulación. Además, en enfermos con infecciones activas, ahora se ve que es una contraindicación relativa, y que habría que valorar cada caso en particular, porque el COVID es una infección. Y todo, en esa línea”, expone.

En el congreso anual de los intensivistas gallegos también se abordó, como no podía ser de otra manera, la actual situación de la pandemia en Galicia, y su impacto en la hospitalización en las UCI. Aunque actualmente el Chuac solo alberga a dos pacientes críticos con COVID —“el avance de la campaña de vacunación se está notando”—, Mónica Mourelo insta a “no bajar la guardia”. “Los enfermos con COVID que acaban en la UCI en estos momentos son jóvenes, y cualquier ingreso en esta Unidad o cualquier desenlace menos favorable en un paciente joven es una situación muy dramática. Por eso insistimos en llamar a la prudencia y a la responsabilidad. El impacto sigue estando ahí, los ingresos en críticos siguen existiendo y pedimos sentido común, porque ya no vemos solo pacientes con otras comorbilidades. Ahora también ingresan en la UCI por COVID personas sin patologías previas”, advierte.