La psicóloga Ana María Núñez se incorporó al Grupo de Intervención Psicológica en Catástrofes y Emergencias (Gipce) en 2004, justo cuando este servicio dejó de denominarse Grupo de Protección de Civil y pasó de contar con apenas una decena de psicólogos a ser más de una treintena que trabajan en red por toda la comunidad y con un protocolo de actuación regulado. Más de 15 años después —y aunque reconoce que “hemos tenido de todo y todas las intervenciones aportan una experiencia diferente”, asegura—, la actual coordinadora del Grupo tiene claro que hay dos intervenciones que siempre recordará: su primera actuación, en el accidente de tren en Valga y el descarrilamiento del Alvia, la intervención en la que más efectivos hubo que trasladar sobre el terreno en los 25 años de este grupo de atención psicológica.

Tres personas fallecían arrolladas por un tren en abril de 2007 cuando cruzaban un paso a nivel en la localidad pontevedresa de Valga. Fue el lugar donde Núñez se estrenó como psicóloga del Grupo. “Nos cogió con menos experiencia, realmente fue una intervención en la que aprendimos muchísimo y fue un germen de muchos cambios en el Grupo. Por ejemplo, la necesidad de darnos visibilidad para manejar aglomeraciones de gente, tener ese chaleco y darnos una entidad. Que no es cualquiera el que te está pidiendo que dejes espacio a la familia, es el psicólogo el que pide un poco de respeto”, explica esta especialista.

Y otra emergencia que ha marcado al Gipce es el accidente de Alvia en el que fallecieron 80 personas y en el que hubo que ofrecer apoyo psicológico no solo a los familiares de la víctimas sino a los supervivientes y a quienes colaboraron en las tareas de rescate. “Tuvimos a unos 20 psicólogos trabajando sobre el terreno y tuvimos que atender también a supervivientes que en los días siguientes tenían pesadillas o pensamientos recurrentes sobre lo que había pasado y fuimos a domicilios para ayudarles en esos momentos mientras no tenían esa cita para ir a salud mental en los servicios normalizados. Y también nos movilizamos mucho para los intervinientes como bomberos, sanitarios o policías, hubo a quienes les afectó mucho y durante un tiempo estuvimos disponibles e íbamos a donde querían para ayudarles a integrar esa dura intervención en su experiencia y que no quedase realmente como algo traumático y que pudiesen salir algo reforzados de todo ello”, explica esta psicóloga que reconoce que el trabajo en estas situaciones tiene una serie de características que exigen que el profesional esté formado y tenga experiencia específica en este tipo de intervenciones. “Tenemos que trabajar en un tiempo reducido y en el momento crítico en el que se produce la situación. Además es muy diferente a la terapia habitual porque en ella estamos en nuestro campo, en nuestra consulta, nuestro despacho pero en las emergencias nos metemos en los hogares de la gente, en el tanatorio...”, resalta.

¿Y cómo afrontan estos psicólogos que su trabajo diario sea enfrentarse a desgracias y a situaciones que conmocionan a víctimas y allegados? “Nosotros jugamos con ventaja porque tenemos mucha formación en el autocuidado antes, durante y después de la intervención, tenemos formación para saber qué hacer para recuperarnos y poder continuar”, dice Núñez, que reconoce que pese a todo, el propio Gipce cuenta con un grupo de apoyo para velar por el bienestar de sus psicólogos y ayudarles a manejar ciertas situaciones.