Son microscópicas, no se ven, pero pueden matar, y con el paso de los años se han ido haciendo más fuertes por el mal uso (y abuso) de los antibióticos. Las bacterias multirresistentes, que no responden a los tratamientos habituales, son una pandemia silenciosa que “viene de lejos” y que preocupa, cada vez más, en el ámbito sanitario. Prueba de ello es que ayer protagonizaron una jornada formativa para personal clínico, celebrada en el Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), con el objetivo de “concienciar" y "responder dudas” de los profesionales. Un informe reciente del Grupo Multidisciplinar para el Abordaje de las Resistencias Antimicrobianas (Gmara), promovido por la farmacéutica Shionogi, sitúa a Galicia como la segunda comunidad con mayor consumo de antibióticos. En el foco, por tanto, de esta problemática.

“Las bacterias multirresistentes son un problema de salud pública de escala global. Limitan las opciones terapéuticas y prolongan la estancia hospitalaria de los pacientes a los que colonizan, además de aumentar la mortalidad”, advierte el jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Chuac, Enrique Míguez, quien especifica que el “uso inadecuado de antibióticos” ha provocado, de manera clara, “el incremento de resistencias frente a fármacos” que “fueron un descubrimiento clave de la medicina en el siglo pasado”. “Un correcto uso de estos medicamentos no es solo responsabilidad de los médicos, sino de todos, porque lo que yo haga va a influir en lo que le pasa a los demás”, subraya.

El problema no es nuevo. Cuando el científico escocés Alexander Fleming descubrió la penicilina, a finales de los años 20, los médicos pensaban que era la panacea, que las infecciones iban a desaparecer, pero no estaban en lo cierto. El propio Fleming lo advirtió en 1945, al recoger el premio Nobel de Medicina por ese hallazgo. “Llegará un día en que cualquiera podrá comprar penicilina. Entonces existirá el peligro de que un hombre ignorante pueda fácilmente tomar una dosis insuficiente y que al exponer sus microbios a cantidades no letales del fármaco los haga resistentes”. Pocos años después, empezaron a surgir las primeras cepas resistentes. ¿Por qué? Tal y como explica el doctor Míguez, la resistencia a los antibióticos es inherente a la propia vida. “Estos fármacos matan o impiden que crezcan las bacterias, pero también puede ocurrir que algunos de esos microorganismos cambien, se hagan más fuertes y se propaguen. Cuanto más a menudo se use un antibiótico, más probabilidades habrá de que las bacterias se vuelvan resistentes”, avisa el jefe de Enfermedades Infecciosas del Chuac, quien asegura que el problema “viene de lejos”.

Un acta de la Comisión de Infección Hospitalaria y Política Antimicrobiana de nuestro centro, del año 1972, ya decía que las resistencias antimicrobianas eran motivo de reflexión, e instaba al seguimiento del consumo de antibióticos. A posteriori, se diseñaron estrategias para establecer su uso racional en el ámbito sanitario, los llamados programas PROA, que se desarrollan tanto en Primaria, como en hospitales o centros sociosanitarios. En esta estrategia es en la que se basa el Plan nacional de actuación contra las resistencias antimicrobianas”, señala.

Tomar antibióticos cuando no son necesarios y abandonar el tratamiento a medias contribuye a que las bacterias se hagan resistentes, pero también lo hace el uso masivo de estos medicamentos en las granjas de animales, para curarles, en piensos para su engorde o, simplemente, para prevenir las infecciones a las que son más propensos debido a las condiciones en las que son criados. “Los humanos podemos consumir bacterias ya resistentes a esos antibióticos administradas a aves o cerdos”, apunta el doctor Míguez, quien insiste en que las resistencias antimicrobianas son una problemática “global”, y lo ilustra con el siguiente ejemplo: “Recientemente, llegó a nuestro hospital, procedente de otro centro de España, una paciente con una infección importante y colonizada por una bacteria multirresistente que no tenía nada que ver con el cuadro que motivó su ingreso. Detectamos este problema gracias a que a todos los enfermos derivados de otros hospitales se les hace un despistaje de entrada de un tipo de bacterias multirresistentes. De no haber sido así, y no haberla aislado, podría haber transmitido esa bacteria a otros pacientes, que en caso de estar inmunodeprimidos, tendrían un riesgo mayor de sufrir complicaciones graves o, incluso, fallecer”.

Enrique Míguez: "El antibiótico no es un tratamiento de la fiebre, un síntoma o una molestia, sino de una enfermedad infecciosa”

“El antibiótico no es un tratamiento de la fiebre, ni de un síntoma o una molestia; es un tratamiento de una enfermedad infecciosa”, subraya Enrique Míguez, jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), quien insiste en que ese grupo de medicamentos “han salvado infinidad de vidas”, pero insta a utilizarlos “solo cuando están indicados”. “En las consultas, cuando veo a pacientes con infección urinaria, continuamente tengo que explicarles que el antibiótico no es un tratamiento de los síntomas de la orina, sino de una patología infecciosa urinaria. El problema es que muchas veces son usados así porque los pacientes notan molestias al orinar aunque no tengan criterios de infección. Y esto se extiende a los cuadros respiratorios, que son el principal motivo de uso de antibióticos en la comunidad. Por eso es tan necesario transmitir a la población la importancia de recurrir a este grupo terapéutico solo cuando es realmente preciso”, reitera.

Un mensaje de “uso racional” que el doctor Míguez extiende al colectivo sanitario, a quien invita a hacer una “formación continua” y una “vigilancia del consumo” de antibióticos. “La estrategia fácil es utilizar los de muy amplio espectro, ya que a corto plazo no va a suponer ningún problema. No obstante, a medio y largo plazo se estará induciendo también resistencias a ese tipo de fármacos”, avisa este especialista, y apunta: “La naturaleza busca siempre una salida, y si yo presiono mucho con un grupo de antibióticos, voy a generar bacterias resistentes a ese grupo de antibióticos”.

Por tanto, incide, “se puede recurrir a los antibióticos de amplio espectro, de entrada, cuando no hay ninguna posibilidad de diagnóstico y el paciente está grave”. A continuación, sin embargo, es preciso someter a los pacientes a diagnósticos microbiológicos para saber si las infecciones están producidas por un virus o una bacteria. “Hay que intentar reducir el tratamiento, lo máximo posible, al patógeno en concreto”, refiere.

El impacto de la emergencia sanitaria

“Toda la estadística de 2020 va a estar muy sesgada, porque el paciente que ocupó los hospitales durante ese año fue un paciente diferente”, sostiene el jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), Enrique Míguez, al ser preguntado sobre los datos de consumo de antibióticos y la detección de multirresistencias, durante el pasado ejercicio, en ese centro.  “La pandemia ha sido un fenómeno global, que de alguna forma lo arrasó todo. En nuestro hospital llegó a haber trece unidades dedicadas solo a COVID. Eso, inevitablemente, fue en detrimento de otras patologías, cuya atención se vio menoscabada por esta preponderancia de la asistencia a los afectados por la infección causada por el SARS-CoV-2” , subraya el doctor Míguez, quien recuerda que, en un primer momento, las informaciones procedentes de China apuntaban a que la neumonía causada por ese coronavirus “era como la de la gripe”, en cuyo caso “el problema fundamental son las complicaciones bacterianas, que pueden llevar al paciente a la muerte”.  

Abordaje inicial

 “Por eso, inicialmente administrábamos a los afectados por COVID antibióticos asociados, como si se tratara de una neumonía extrahospitalaria. No obstante, luego se vio que esos pacientes no tenían, de entrada, una subinfección bacteriana, aunque algunos sí desarrollaban complicaciones infecciosas que requerían tratamiento antibiótico. Los enfermos que acababan en la UCI bajo condiciones de oxigenoterapia intensiva también las sufrían, por supuesto, pero esto es algo habitual en esa situación”, señala. El responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Chuac asegura que la incidencia de la multirresistencia antibiótica se vio, “fundamentalmente”, en pacientes ingresados “fuera de las unidades COVID”. “Los enfermos que llegaban a esas áreas con bacterias multirresistentes (o que se colonizaron después) no constituyeron un fenómeno determinante o significativo”, concluye.